6- No puedes retractarte ahora

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Para cuando los cinco arribaron a las Praderas, el sol ya comenzaba a ocultarse. Se sorprendieron al notar el largo tiempo que habían estado afuera y el cansancio y sueño ya eran imposibles de ignorar. Sin embargo, lo que más les pesaba era otra cosa. Ninguno pasaba por alto el incómodo silencio que se había formado desde que se habían separado de las hienas. Ni una palabra fue dicha de regreso. Hasta Makena que siempre encontraba algo que decir, permaneció callada.

Sin embargo, el silencio fue roto por unos familiares gritos. Los leones alzaron la vista para ver a su amigo pájaro dirigirse a ellos rápidamente.

—Gracias a los reyes del pasado que los encuentro. ¿Dónde estaban? —Ono descendió para poder dirigirse a ellos. Su respiración se notaba agitada, como si hubiese estado volando velozmente por un largo rato.

—Lo siento, Ono. Estaba en las Lejanías intentando resolver todo esto —Rani habló y suspiró antes de continuar— ¿Qué sucedió? —la futura reina cambió su expresión a una preocupada.

—¿Estabas? —Ono se extrañó, ojeando al resto quienes, para su sorpresa, miraron con fastidio a Rani. El ave sacudió la cabeza— No importa. E-es ese león otra vez. De alguna manera supo que ustedes se habían ido y volvió a atacar.

Makena apretó los ojos y soltó aire con fuerza. Casi enseguida notó que Kovu se acercaba a ella para apoyar su pata en su hombro, cosa que relajó su cuerpo levemente. No se sorprendía la forma en la que el león la trataba después del incidente. Estaba claro que se sentía culpable.

El resto intercambió miradas preocupadas.

—¿Alguien está herido? —habló el león que aún intentaba consolar a Makena, temiendo lo peor.

Ono sacudió la cabeza.

—No, el resto de la manada llegó a tiempo, pero, ah... Disculpen —suspiró mientras se permitía reposar en el suelo— Pero fue a las cataratas Hakuna Matata donde Bunga estaba con los niños.

Zibu se sobresaltó y se acercó a Ono de un salto, quien dio un leve brinco de sorpresa.

—¿Seguro que están bien? ¿Y mi papá? ¿Y Pumba? —habló rápidamente mientras veía fijamente a su amigo.

—Tranquilo, están bien. Lo prometo —Ono sonrió.

Esa vez fue Vitani la que se acercó a su amigo menor para intentar consolarlo. Quien estuvo callada fue Rani, quien clavó las garras en el suelo silenciosamente. Frunció el ceño y, intentando enormemente no demostrar ningún signo de frustración, se dirigió por fin a Ono.

—Gracias, Ono. Puedes ir a descansar por hoy.

—¡Gracias Rani!

Los cinco leones vieron al ave volar para perderse en la oscuridad que comenzaba a caer sobre las Praderas. Zibu dio unos pasos adelante y soltó un largo suspiro.

—Sé que dijo que estaban todos bien, pero... aún así tengo miedo de que...

De repente, una voz interrumpió abruptamente, sobresaltándolo y provocando que dejara de hablar inmediatamente.

Era la voz de Rani.

—Esto es increíble. ¿Acaso tienes algo que decir? —preguntó a la cachorra, quien abrió grandes los ojos, sorprendida.

—¿Qué? ¿D-de qué hablas? —interrogó con miedo, sus orejas gachas.

El resto de sus amigos vio con confusión a Rani dirigirse a Makena de esa forma. Sólo había reproche en sus ojos, como si buscara donde resolver sus problemas de una forma fácil. No solo eso, sino que había cortado las palabras de Zibu, casi como si no significara nada para ella la preocupación que tenía el león acerca de su familia.

Los Descendientes 2 (La Guardia del León)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora