15- Secuestrado

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Ya se había cansado de intentar empujar la roca en vano. No era alguien débil, pero había límites.

—Apuesto a que Beshte podría con esto sin problemas... —se dijo a sí mismo pensando en cuando él era cachorro, admiraba las habilidades de su amigo hipopótamo y lo excelente que habría sido como el más fuerte en la guardia del león.

Kion suspiró y se dejó caer para sentarse. A lo largo de su vida había aprendido a no desesperarse y mantener la calma. Si bien estaba en un gran aprieto, sabía que lo mejor era buscar una solución y evitar caer en la frustración. Ya había tratado con hienas, podía salir de esa.

Nunca supo en qué momento lo arrastraron a esa cueva en la cual apenas entraba él y un poco más de espacio para moverse. Si se estiraba hacia arriba, su cabeza chocaba con el techo. Ya había recibido demasiados golpes accidentales en los primeros intentos desesperados de salir. Finalmente desistió. Había intentado dormir y algunas horas de sueño interrumpido había tenido. En ese momento ya brillaba el sol matutino.

—Oye príncipe, quédate quieto. No queremos que causes un accidente que nos arrastre a nosotros —Nne exclamó desde afuera con fastidio.

—Si me dejaran salir no tendríamos ese problema —respondió el león con una chispa de burla, cosa que sorprendió a ambos amigos que vigilaban la entrada. Kion mantenía su sentido del humor a pesar de encontrarse en peligro.

—Buen intento, pero tenemos órdenes de... Jasiri —Tano suspiró. No estaba del todo convencido de realizar ese pedido de parte de la hembra, pero no tenía nada que perder. Con suerte sólo se llevaría algunas heridas. Nada nuevo para él.

Un rato más tarde, una voz masculina desconocida habló.

—Oigan, cerebritos, déjenme pasar. Quiero conocer al hijo de Simba —Kion escuchó y tragó con fuerza, mirando a su alrededor mientras que la roca era empujada con mucho esfuerzo por quienes estaban afuera.

En cuanto hubo un espacio suficiente, una hiena que Kion nunca había visto se asomó con cuidado y lo examinó de arriba abajo.

—¿Este es el futuro rey de las Praderas? —preguntó mirando hacia atrás.

—Claro, Janja —uno de los de afuera respondió con fastidio.

Janja sonrió con burla a Kion.

—Vaya, dime una cosa. ¿Cómo se siente ser príncipe ahora que nadie se preocupa por ti?

—Como el león se escape tú serás el responsable y quien le diga a Jasiri lo que hiciste —murmuró Tano entre dientes.

—Tranquilo, cerebrito, no se me va a escapar... —Janja se volvió a Kion quien mantenía la expresión neutra y no se movía— ¿Y tu familia? ¿O tus amigos? ¿Acaso vendrán a rescatarte, gatito? Yo creo que les dio miedo...

Kion cambió el rostro levemente a uno de fastidio mientras ponía los ojos en blanco. Janja frunció el ceño tras borrar la sonrisa y gruñó antes de acercarse. En cuanto estuvo lo suficientemente cerca le dio un empujón a Kion provocando que su cabeza chocara nuevamente.

—¡¿Y tú no tienes miedo?! —exclamó, posicionándose a la defensiva.

Para su sorpresa, el león no se inmutó más que mantenerse alerta en el caso de recibir otro golpe y se frotó la cabeza con una pequeña expresión de dolor. Janja pensó que los habitantes de las Praderas eran realmente aburridos, ninguno le daba diversión animándose a pelear.

—Janja... —advirtió Nne mirando hacia afuera de la cueva con ojos bien abiertos— Basta...

—Tú no te metas —replicó él, pero enseguida una voz femenina lo hizo alejarse de Kion unos pasos.

Los Descendientes 2 (La Guardia del León)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora