6- Hermanos y extraños

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—Ono, sé que no es de mi incumbencia, ¿pero no te parece raro todo esto? Hemos tenido demasiados ataques en los últimos días. —Anga dijo a Ono mientras ambos sobrevolaban las Praderas.

El ave se acordó de lo que le había dicho a Vitani el día anterior y tuvo que reconocer que Anga no se equivocaba.

—Debe de ser coincidencia. —se dijo a sí mismo en voz alta.

—¿Qué?

—¡Nada! —Ono se puso nervioso al notar que se había expresado hacia afuera— Es que los chicos creen que todo esto es por su culpa.

—Hablando de los chicos... —Anga puso los ojos en blanco de una manera amistosa mientras veía hacia abajo a cierto par de hermanos.

Ono también los vio y les hizo una seña para avisarles que el problema de los chacales ya había sido resuelto.

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—¿Y qué te pareció Makini? —quiso saber Bunga tras saludar a Ono desde abajo.

Zibu lo miró, divertido. Mientras él caminaba derecho y sin desvíos, su hermano brincaba entre rocas, trepaba árboles y hasta subía a su espalda cuando se le ocurría cada vez que patrullaban juntos a pesar de las quejas por parte del león debido al peso. Bunga no era tan liviano.

—Es... charlatana. Pero muy simpática —añadió con falta de aire por el peso— ¡Bunga! Y estoy seguro que todos la extrañaban. ¡Bájate!

A medida que avanzaban, les era difícil no distraerse saludando a tantos amigos que tanto Bunga como Zibu se habían hecho, este último más recientemente. Pero el león estaba enfocado y decidido a cumplir con su tarea. Si la familia real los había aceptado en las Praderas, sabían que de alguna manera tenían que pagar su generosidad. Y también sabía que patrullar no era algo fácil, pero sí que se sentía capacitado para hacerlo. Más aún cuando su hermano lo acompañaba. El tejón seguía dándole esa seguridad cuando estaba a su lado y no sabía por qué.

—¿Cómo va tu entrenamiento eh? ¿Estás listo ya para defender las Praderas?

—Olvídalo —el león negó con la cabeza— Creo que Kiara lo haría mejor, ella podría tomar mi lugar sin duda. Tiene potencial. Yo... me conformo con solo patrullar. Como ahora.

—Pero... ¿Qué sucedería si una hiena, un chacal o... un león malvado, apareciera e intentara atacar las Praderas? Deberías estar preparado —insistió Bunga— Mira, practiquemos. Yo seré un feroz depredador y tú serás... bueno, serás tú mismo.

Sin esperar respuesta, Bunga se alejó unos pasos y se colocó en cuatro patas, fingiendo una especie de gruñido, similar al que hizo cuando era cachorro pretendiendo ser el zimwi y asustar a sus amigos.

—Eh, Bunga... —Zibu disimuló la sonrisa y puso los ojos en blanco— No voy a...

—¡Soy un gran y aterrador predador y voy a derrotar al rey Simba! ¡Y nada me detendrá! —ni él mismo pudo aguantar la risa.

—De acuerdo... —el león se encogió de hombros y saltó sobre él.

Unos momentos después, alguien llegó corriendo. Los dos amigos dejaron de jugar y miraron hacia arriba asustados a un muy agitado joven elefante. Enseguida se relajaron al ver que era su amigo, no hubieran tenido forma de explicar qué hacían jugando al momento de patrullar.

—¡Mtoto! —saludó Bunga— ¿Todo bien, pequeño?

—¡Oí que un depredador quería atacar las Praderas! —exclamó el menor, temblando.

Los Descendientes 2 (La Guardia del León)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora