Una cachorra Rani olfateó el lugar y entornó los ojos. Luego se giró hacia atrás para ver que sus amigos la seguían a paso lento.
—Vamos, amigos. Las tortugas se mueven más rápido que ustedes —se quejó mientras continuaba avanzando con cautela.
—Las tortugas no se meten en territorios ajenos para empezar... Chicos. ¿Tenemos que estar aquí? —Zibu protestó mientras miraba a su alrededor.
En su niñez, sus padres tenían la difícil tarea de hacer que los cuatro permanezcan cerca y no se alejen a aventurar por las Lejanías. Scar, Zira y Janna no veían la hora de que sus hijos crecieran para dejar de ser un problema dónde iban o dónde estaban. Al ser cachorros, no había día que no se escabulleran para explorar el terreno.
—No seas miedoso. Estamos juntos los cuatro y mientras no nos separemos, todo estará bien —Kovu le dijo a su amigo sin mirarlo.
—Si tanto miedo te da te hubieras quedado con tu mamá —Vitani agregó también, mirándolo de reojo.
—¡Qué aburrido!
—¡Silencio! —susurró Rani.
Nunca se habían alejado tanto como ese día. Sus padres les habían advertido acerca de los peligros que había más allá del territorio de los leones. Ya habían visto animales de otras especies muchas veces cerca de su hogar y también habían presenciado como sus padres u otros leones les daban una lección por andar donde no debían. Observaban todo. Sabían que algún día les tocaría a ellos defender su lugar.
La razón por la cual estaban ahí no los tranquilizaba para nada, pero Rani había insistido. Sabía que su padre había tenido recientemente problemas con las hienas y en esa oportunidad había tenido la oportunidad de conocer a la hija de la líder del clan.
Jasiri...
Los adultos jamás les habían pedido que se metieran en esos asuntos. No aún, eran cachorros. Pero obedecer a los padres no era algo que se practicara mucho en las Lejanías. Realmente, Vitani, Kovu y Zibu no tenían ese deseo enorme de enorgullecer a sus madres como lo tenía Rani respecto a su padre. Y si podía probarle que podía encargarse de las hienas, lo haría. Y por más que sus amigos pensaban mantenerse al margen, no la dejarían sola por nada del mundo.
Finalmente llegaron al territorio de hienas. Como era de esperarse estaba vacío, sus habitantes siempre andaban ocultos. A quien esperaban ver no tardó en hacerse notar. Jasiri se vio sorprendida al verlos, pero no reaccionó como ellos esperaban.
—No sé qué hacen aquí, pero se tienen que ir. Mi madre...
—No quiero ver a tu madre. Sólo vine a advertirte que no te acerques a mi... a nuestro territorio —Rani la interrumpió intentando sonar firme.
Jasiri hizo una mueca antes de reír.
—Buen chiste, princesa. De verdad, no te avergüences a ti misma. Sólo váyanse.
La leona se tensó al escucharla usar ese sobrenombre. ¿Princesa? Ella no era una princesa. En las Praderas había princesas y no eran nada como lo que era ella. Inevitablemente le lanzó un gruñido y se acercó a ella.
—No voy a ningún lado... —murmuró mientras se agachaba, dando a entender que pensaba pelear. No había llegado tan lejos para irse sin darle una lección. Jasiri no frunció el ceño y la imitó, un poco sorprendida con ese enfrentamiento tan repentino.
Sus tres amigos se habían quedado a una distancia razonable de Rani.
—¿Realmente tienen que pelear? ¿No podemos simplemente irnos? Ya le dijo lo que tenía que decirle... —murmuró el menor, pero su amiga que estaba a su lado le hizo una seña para que no hablara mientras no despegaba la vista de ambas, atenta en el caso de que Rani necesitara ayuda.
ESTÁS LEYENDO
Los Descendientes 2 (La Guardia del León)
أدب الهواةMientras sus amigos encuentran su lugar en las Praderas, la presión de ser perfecta se vuelve demasiado para Rani y siente que no encaja allí. Es por eso que decide regresar a su antiguo hogar, las Lejanías. Allí se encontrará con una enemiga de la...