12- Sin regreso

202 15 4
                                    



No recordaba haber estado en un lugar tan oscuro y húmedo. Sin duda las cuevas de las Lejanías no se parecían en nada a las de las Praderas. Si Kion siempre había sentido pena por quienes vivían ahí, ese sentimiento se multiplicaba al estar él mismo en persona en aquel lugar. Imitando a sus amigos, olfateó el lugar. A pesar de la humedad, le fue imposible no detectar un aroma sumamente conocido.

—Lindo lugar —dijo tras juntar ánimo con una media sonrisa.

Pudo verla en una de las rocas altas, le estaba dando la espalda. En cuanto lo oyó, la leona se giró de golpe, abriendo los ojos de par en par. Su pecho comenzó a subir y bajar con rapidez al verlo ahí. En las Lejanías, frente a ella...

Para el león fue difícil no correr a su encuentro en cuanto hicieron contacto visual. Seguía siendo ella, tan hermosa, tan única, tan... ella. El hecho de que hayan discutido ese día sólo le generaba un horrible malestar y lo único que quería era abrazarla, que todo vuelva a estar como antes. Y que ella esté bien.

—K-Kion... —murmuró, apenas sí le salió la voz debido a la sorpresa.

—Es... raro no ver pinturas aquí —intentó bromear él, pero ella no cambió su expresión.

Kion dio un paso hacia ella, pero Rani le indicó con un gesto que no se acercara. Él obedeció y volvió a hablar.

—De verdad, lamento mucho lo que pasó. Todo fue culpa mía. —dijo él, estaba muy seguro de sus palabras. Luego la miró a los ojos antes de cambiar su expresión neutral a una suplicante— Vuelve conmigo.

Rani suspiró tras oírlo y un molesto malestar la invadió. Saltando entre las rocas, descendió hasta estar al mismo nivel de él y, lentamente, se acercó.

—Kion, este es mi hogar.

El león no se dio por vencido.

—El camino a casa es agradable, es una linda noche.

Rani negó con la cabeza, cerrando los ojos.

—No estoy bien allá. Hice mi mayor esfuerzo, y si crees que cambiaré sé que te equivocas.

En ese momento, Kion se percató de que Rani hablaba totalmente en serio y no tenía planes de cambiar de opinión. La realidad lo golpeó con dureza. Ella no pensaba moverse de ahí. Comenzó a ponerse nervioso con el simple hecho de imaginarse a Rani lejos de él.

—No, no. Yo... Seré distinto, iré menos a las lecciones. Y me divertiré más. Dejaré responsabilidades de lado...

—¡No! —ella interrumpió— Soy una... muy mala influencia. ¡Sé que haré algo muy malo y el reino estará en contra de ti y de mí...!

—No nos dejes, Rani —Kion la interrumpió, acercándose aún más a ella. Rani alzó la cabeza de repente al tenerlo tan cerca. Kion estiró su pata para sujetar la de ella con suavidad— El reino te ama... yo te amo. ¿Tú no me amas?

En ese momento le costaba mucho mantener el contacto visual con él. Se sorprendió a sí misma al lograr aguantar el llanto estando a ese punto. Era algo que había logrado mejorar bastante el tiempo que estuvo viviendo en las Praderas. Rani deseó que esa pequeña felicidad hubiera sido eterna.

Lentamente soltó a Kion y retrocedió un paso. Esa era la primera vez que Kion le dedicaba esas dos palabras y jamás esperó que fuera en esas condiciones. Kion se merecía a alguien mejor...

—Tendré que quitarme del medio porque sé que será lo mejor para ti y para las Praderas.

Sus palabras atravesaron el pecho de Kion como espinas. No podía escucharla más decir esas cosas. Decidió intentar una vez más. A ese punto, sentía como el llanto subía lentamente por su pecho.

Los Descendientes 2 (La Guardia del León)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora