CAPITULO 4: XIMENA

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XIMENA STEWART

Observo mi alrededor en el momento que debo regresar a mi casa, las clases son agotadoras, pero aún más cuando no tienes con nadie con quien hablar.

Tomo fuertemente mi celular entre mis manos y comienzo a caminar, las voces de los estudiantes detrás de mí desconcentran mis pensamientos.

Un toque en mi brazo me hace girar la cabeza, pero al mismo tiempo, bajarla para poder observar a una rubia, en compañía con una castaña.

— Te dije que me esperarás en la salida —ahí recuerdo sus palabras cuando nos despedimos en receso, soy bastante olvidadiza, más porque en ese momento iba a hacer una llamada con la chismosa de mi madre. Laia observa a su acompañante, que sin duda alguna es alta, no tanto como yo, pero lo es. La castaña trata de evitar conectar nuestras miradas a lo que me llega a unos pensamientos: me odia, no le gusta las personas desconocidas o mi cara de «aquí voy con mi cara de culo para que piensen que soy una chica mala y no me molesten». Una de esas debe de ser.

— Me olvidé, lo siento —ella asiente, se coloca en el medio de nosotras dos, y, sin embargo, parecemos un subí y baja. Más adelante está una mujer de cabello mitad negro y mitad verde ondulado hasta los hombros, con unos lentes de sol y su estatura común.

Tiene sus manos adueñadas de anillos falsos, mientras que su vestido negro combina con sus tacones. Mi madre. Sabía que no se iba a esperar.

— Hola, madre —me detuve a su lado, por su parte analiza a las chicas de pies a cabeza, antes de sonreírles.

— Holi —le extiende la mano a ambas, presentándose a su vez y entrando tema. Mientras que, la castaña sigue evitando mi mirada.

Uy, a alguien no le caes bien.

¿Y yo que hice?

Existir.

Ah, sí cierto.

Laia y mi madre se adelantan hablando, ella tiene un aura para llevarse bien con cualquier persona, incluso bromean en el camino.

— Mi nombre es Ximena, ¿El tuyo, castaña?

Ella, finalmente, conecta su mirada con la mía y traga fuertemente, la verdad es que esa chica es intrigante.

— Lara.

— Bonito nombre —ella gira su rostro, pude llegar a ver un destello de sonrojo, awww que tierna. En unas cuantas esquinas me doy cuenta de que está por girar, por lo tanto, sostengo suavemente su mano, a la vez, siento como tiembla—, ¿Podemos irnos las tres todos los días?

— No sé —y suavemente se suelta de mi agarre, antes de doblar en la cuadra a paso apresurado después de ver una mujer hacerle señas.

Laia se detiene por igual y se despide de mi madre, luego alza su cabeza para observarme y sonríe.

— Nos vemos mañana, Ximena —iba a repetir la misma pregunta que le había hecho a la castaña, pero, sin embargo, noto como me pasa un papel—. Es mi número, escríbeme y hablamos.

Luego, va en la misma dirección que tomó la castaña, pero a su vez va sin apuro.

Escucho un carraspeo a mi lado, mi madre coloca su brazo en mi hombro y me hace caminar, su perfume impacta contra mis fosas nasales, logrando que haga una leve mueca. Es demasiado fuerte.

— Ahora sí, ¿Me dirás? —la observo de reojo, logrando que ría levemente— Lo siento, pero no puedo esperar.

Y la verdad es que no se aguantó, estuvo todo el camino pidiendo que le contara, pero al llegar a casa no tuve más remedio que comenzar a hablar.

Imprevisto amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora