Vivir en un lugar donde sólo tienes permitido ser hetero, donde a las personas homosexuales la tratan como si fueran ratas de laboratorio o quizás peor.
Es una pesadilla vivir así, quizás nunca debí enamorarme de ella, nunca debí hacerlo.
Pero es ta...
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LARA KAYSER
Las horas de clases son entretenidas cuando el/la maestro/a no asiste, pero este no es el caso. Tuvimos hora libre, pero al culminar el día escolar me junté con las chicas.
Estoy de buen humor, de verdad que sí lo estoy, creo que Ximena se ha dado cuenta. Aunque Laia lo hizo desde que llegué y no se aguantó a preguntar, cosa que hizo que saltara de alegría y le contara que mi abuela viene de visita por un tiempo indefinido.
¿Qué sucede con eso? Mi madre le tiene tanto miedo que no me pone un dedo encima, y, ni siquiera se atreve a respirar como toro endemoniado.
Laia y Magda toman el camino hacia sus hogares, mientras charlan, pero, sin embargo, yo me mantengo quieta, esperando que mi madre llegue a buscarme con el auto que compró.
Ximena inquieta decide acercarse, quedando a una distancia prudente, pero lo bastante para que su olor a perfume llegue a mis fosas nasales.
— ¿Te llevo a casa?
— No, mi madre está por venir —asiente y luce incómoda, mientras de vez en cuando observa hacia atrás, creo que la emoción de mi abuela venir ha despertado mi curiosidad y que el nerviosismo no esté tan latente— ¿Estás bien?
— Sí, sí, todo bien —traga, fuertemente saliva, volviendo la mirada hacia atrás, parece como si hubiera visto a un muerto y ahora está en busca de ella.
— ¿Segura?
— Sí —niega con la cabeza, demonios, parece el chavo del 8. Ella al ver lo que ha hecho resopla—. Mi padre ha llegado, perdón, debo irme.
Y corre como alma que lleva el diablo, subiendo a un carro y este arrancando como si fuera Toreto. La gente anda loca.
🦖🦖🦖
Mi madre muerde su uña por décima vez y yo, abro la puerta del auto en un intento de bajar corriendo al ver a mi abuela.
— Quédate ahí —mi alegría va disipando y, cierro la puerta nuevamente, ella se mantiene mordiendo su uña y yo, con ganas de correr hacia donde mi abuela y decirle que huíamos del país.
Mi abuela viene con maletas en mano, mi madre le toca bocina y ella se asusta, su rostro se torna pálido y creo que el bocinazo la dejó loca.
Bajo del auto y, la saludo con emoción, ella vuelve a su color y me abraza depositando besos en mis mejillas. La ayudo con las maletas y ella se adentra en el copiloto.
— ¡¿Pensabas matarme por la bocina?!
— Cálmate, mamá, no fue mi intención.
— Vamos hacia la casa, quiero comer algo —dijo, cruzando sus brazos. Mi abuela es de carácter fuerte y la mínima cosa hace que la irrite.