XIMENA S.
Desde que Laia ha marchado a su país natal, el grupo no se siente igual. Magda está tan viciada de su teléfono que rara vez establece una conversación de más de cinco minutos, Lara está más tiempo con su mejor amigo, ¿Y yo? Bien gracias, ya comí.
— ¿Por qué esta belleza de mujer está sola? —lo que trae el barco, el tonto popular.
— No estoy sola, Grey.
— Sí estar con Magdalena es estar acompañada, entonces que rara tú compañía.
Decido ignorarlo olímpicamente, Pablo ha llegado a dónde estamos situados, comiendo pan tostado. Me habla, pero el tonto popular no deja de prestar atención a nuestra conversación, así que, por debajo de la mesa le doy levemente a Pablo para que me siga a largarnos de donde estamos.
— ¿Por qué me dejarán solo? —Magdalena resopla y va más adelante que nosotros, ese chico coloca sus brazos en nuestros hombros, metiéndose entre el medio de ambos— Es de muy mala educación dejar a las personas así por así.
— Mira, te llama tu hermana —él no me cree la vil mentira, es mi turno de resoplar, Pablo no presta atención por estar comiendo de su pan tostado.
— En su grupo faltan dos personas, ¿Dónde están?
— Donde Quete.
— ¿Quién es Quete?
— Que te importa —él rodó sus ojos, y siguió caminando junto a nosotros. Escuché mi celular sonar, y el corazón a mil. ¿Laia me estará llamando?
Cuando reviso me llevo el golpe de que no, no es, al contrario, es Lara.
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Llego al gran lugar qué hay en el colegio, que es el teatro, donde allí busco con la mirada la cabellera castaña de la chica que me citó hasta aquí.
Me adentro más al lugar, hallándola en el escenario de espaldas a donde estoy, está con unos audífonos negros que me gustan porque puedo jugar y que mi equipo me escuche.
Subo al escenario lentamente, mientras la falda se va moviendo al compás de mis pasos, ella no me escucha o tal vez sí y se está haciendo la sorda.
Su cabello está ligeramente trenzado, mientras que el pantalón de su uniforme le va quedando ajustado. Subo lentamente mi mano y la coloco en su hombro, sobresaltándola, bajó sus audífonos de golpe y me observó; esos ojos penetrantes ocasionaban un choque contra mi ser, cómo la mayoría de las veces, le sonreí, esperando lo mismo de su parte, pero lo que hallé fue una sonrisa nerviosa.
Su respiración acelerada y quiero creer que es por el susto repentino, aunque no se ha dignado a refutarme la razón del susto que le acabo de brindar sin pensarlo.
Mi expresión de confusión se presenta, haciendo que ella de dos pasos hacia atrás, pero no me quedaré esperando que hable, me acerco cautelosamente a ella; hay un vaivén donde ella retrocede y yo avanzo, logrando que chocara con una pared al final del escenario que se halla con unos cuadros de estudiantes de años pasados.
— Lara —susurré despacio para poder romper este momento donde ninguna de las dos se dignaba a hablar. Su mano derecha subió lentamente para posicionarla en mi hombro, el roce de sus dedos causó un escalofrío por todo mi ser.
— Ya no lo soporto.
— ¿Qué? —fue lo único que salió, no entendí a qué se refería con aquello, así que, esperé a que respondiese.
Esperé lo que sentía como siglos, pero no, sólo fueron unos segundos que parecían eternos.
— Me gustas, Ximena, desde hace tiempo y detesto ocultarte eso. Lo digo, no me interesa que me correspondas, sólo tenía la gran necesidad de decirlo y...
¿Qué le gusta quién? Mierda, mierda, mierda. Esto no puede ser, Lara puede ser hermosa, inteligente y demás, pero no es ella quien llama mi atención. O eso creo.
— Lara...
— Sólo quería decirlo —me evadió y de espaldas a ella volví a hablar.
— Me gusta alguien más —sus pasos se detuvieron, no quise girar y ver su rostro de desilusión, porque no quiero, esperé que se fuera y al cerciorarme quise gritar.
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Al lado de Pablo me hallo nuevamente, mientras estamos sentados en mi cama en la habitación que tengo en la casa de mi padre, frente a frente, no le dije la conversación con Lara, no debo hacerlo.
— Estás muy callada —removió sus cabellos—. ¿Sucedió algo?
— No, sólo pensando en la vida.
— ¿Tus pensamientos de la vida se basan en una chica rubia o una castaña? —ruedo los ojos, y me volteo en la cama dándole la espalda— Oh, vamos Xime, ¿Qué sucede?
Me mantuve callada, escuché cómo abrían la puerta y mi madre por esta entraba junto a mi papá.
— Bueno, creo que en mi casa me llaman —Pablo se intentó levantar, pero mi padre lo volvió a colocar en su lugar. Mi madre habló.
— Eres cómo parte de la familia, no hay problema con que te quedes cariño.
Es extraño este momento, carraspeo y me acomodo en mi lugar, mis tripas están sonando, pero en realidad no quiero comer. Esto está mal.
— Me puedes explicar de la manera más pacífica la razón por la cual llegas a mi casa, te encierras en tu habitación y casi ni comes —la voz de mi padre aunque trató de ser serena salió con un hilo de voz cargando preocupación.
Es por algo por lo que no debo mostrarle tanta importancia, sin embargo, me carcome la cabeza una y otra vez.
— Llevas toda la semana que has venido a esta casa así, Ximena —mi padre volvió a hablar, yo suspiré tragando fuertemente el nudo que se formaba en mi garganta.
— Sí alguien te está molestando en el colegio, sabes que yo puedo ir a resolver —mi madre besó sus puños, quise reír por esa acción, a veces me cuesta pensar que está embarazada—. Pero fuera de broma, háblanos, dinos qué sucede.
— Porque de verdad a mí me tienes preocupado —esta vez, Pablo, mordisqueando su labio inferior, habló.
— No sucede nada, no me está dando hambre y nadie me está molestando en el colegio —mi padre se sienta en mi cama observándome detenidamente a los ojos—. De verdad, no pasa nada.
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Descripción gráfica de cómo se sintió Lara después de escuchar que a Ximena le gusta otra persona:
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Imprevisto amor ©
RomanceVivir en un lugar donde sólo tienes permitido ser hetero, donde a las personas homosexuales la tratan como si fueran ratas de laboratorio o quizás peor. Es una pesadilla vivir así, quizás nunca debí enamorarme de ella, nunca debí hacerlo. Pero es ta...