LARA K
Me levanto con los ánimos por el suelo, no estoy bien, quisiera sólo quedarme en mi cama y hacer lo que mejor me ha estado saliendo últimamente: llorar.
Busco por toda la habitación la vestimenta que Arlenne ha mencionado que me ha escogido, sin observarlo bien voy con la vestimenta al baño. Allí frente al espejo vi a una muchacha sin ánimos de nada, con los ojos hinchados de tanto llorar y con las palmas de sus manos lastimadas por la fuerza que ejercía en esa zona.
Esa chica era yo, dando lástima desde tiempos inmemorables. Hice mi aseo sin poder cerrar los ojos cinco segundos porque visualizaba el rostro de ambos, ambos de mis más grandes amores, de las personas que más amo de mi familia.
El aseo fue un momento para tratar de relajarme, algo que no sirvió ni un poco, sólo logró que volviera a sobre pensar las cosas.
De nuevo frente al espejo me di cuenta de lo que llevaba, una camisa blanca con un pantalón fino y unos zapatos cómodos.
— ¿Lara? ¿Ya terminaste? —mencionó Arlenne desde el otro lado, aunque no me viera asentí, no tenía los ánimos suficientes para dialogar.
Abrí la puerta del baño y le asentí, ella me hizo entrega de unos tulipanes y unas rosas. Ahí comprendí algunas cosas, ella quería que visitara a mi padre de paso.
Abajo ella rascó su nuca, nerviosa, había veces que no la entendía y esta es una de esas veces.
— ¿Puedo tomar tu brazo? —asentí sin pensarlo, sólo viendo cómo enrollaba el suyo con el mío guiándonos afuera donde esperaba mi tía Anastasia con los ojos hinchados haciendo competencia con los míos.
No mencionó una palabra, sólo nos indicó que entráramos al auto, acatando su orden lo hicimos. En el camino sólo se escuchaba nuestras respiraciones o los incontables sorbidos de la nariz.
— ¿Por qué a tu madre, Arlenne? —la recién mencionada se encogió en su asiento, en ese instante intervine.
— Anastasia, no es el momento —las únicas palabras que he dicho en lo que va de la mañana.
Me mantuve callada el resto del camino al cementerio, donde un señor haría unos rezos hacía el cuerpo de mi abuela. ¿Cómo consiguió el cuerpo? Pues Arlenne muy cercana a los Martins pidió que se lo entregaran.
Con los tulipanes y las rosas bajé del auto al llegar al lugar, las dos mujeres tras de mí venían muy separadas, una casi fallándole las piernas y la otra a través de la mirada culpándose.
Encontrándonos a algunas personas ya conocidas por mí, mi familia materna, mientras que el Sacerdote esperaba por nuestra llegada.
Cuando dio inicio unos cantos se escucharon, y mi mente se fue lejos, no quería estar tan presente cuando comenzarán a mencionar el nombre de mi abuela. Así que con mis piernas temblando me mantuve al lado de mi madre.
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Imprevisto amor ©
RomanceVivir en un lugar donde sólo tienes permitido ser hetero, donde a las personas homosexuales la tratan como si fueran ratas de laboratorio o quizás peor. Es una pesadilla vivir así, quizás nunca debí enamorarme de ella, nunca debí hacerlo. Pero es ta...