CAPITULO 5: LARA

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LARA KAYSER

Me siento ridículamente nerviosa al lado de Ximena, es que, estar cerca de ella me mantiene alerta. Me he dado cuenta de las miradas poco disimuladas que me lanza de vez en cuando.

El trayecto es un gran martirio para mi pobre corazón que late como loco, su aroma tampoco ayuda a calmarme.

Ximena llegó a estudiar conmigo en los cursos básicos, ella mayormente estaba acompañada de una chica hermosa, y yo sola en un rincón antes de conocer a mi amigo Ted. Nunca me le acerqué, por lo tanto, es un indicio de la razón por la cual no se acuerda de aquella chica con dos coletas ajustadas.

Yo perfectamente recuerdo todo de ella, desde su aroma, su forma de escribir con la mano izquierda y el rostro de sí-te-acercas-te-golpeo.

— Llegamos, chicas —informó la madre de Laia, logrando que vuelva a aterrizar en el presente y no en esos recuerdos. Nos despedimos de ella, quisiera tener un cohete y marchar rápido en busca de Ted, mi corazón no aguantará tanto. Pero, sin embargo, decido apegarme a la rubia de estatura de un minion.

Alza la vista para observarme y frunce el ceño, tal vez se percató de mi sonrojes o el hecho de que estoy nerviosa.

— Estás sudando, Lara.

— ¿Calor? Sí, eso, tengo calor —asiente creyéndome esa perfecta mentira que incluso la chica de tinte mitad morado me observa también creyéndosela. Laia se coloca entre el medio de ambas.

— La temperatura en este lugar es un poco extraña, cambia radicalmente —informa Ximena, mordisqueando su arito en el labio inferior.

Trato de ignorar esa acción y carraspeo, percatándome de Ted que está caminando lentamente, me despido de las chicas y corro hacia Ted, casi lanzándome a su espalda.

Casi.

Una maestra se cruzó de brazos observándome, alzando una ceja y no despegar un sólo segundo su vista de mí.

Ted llega a percatarse de mi presencia, abrazándome alegremente y sonriendo de vez en vez.

— ¿Cómo estás, preciosa?

— Bien —él pasa su dedo arriba de mi labio superior y observa los rastros de sudor qué hay, sus ojos impactan con los míos buscando alguna señal de respuesta—. Te cuento más tarde.

Él, asiente, siendo paciente. Coloca su brazo por arriba de mis hombros y me conduce hasta nuestro salón de clases.

— Te invito a comer este fin de semana junto a mis padres —indica, mi poca energía se deshace en ese momento. No podré asistir a su comida de este fin de semana, mi madre tiene planes de llevarme con su hermana a las afueras de PhennyCity.

— No puedo, Ted, tengo que ir con el ogro a la casa de Anastasia —su rostro palidece, visitar a la tía Anastasia conlleva una sola cosa: peleas entre hermanas.

— ¿Tendrás el celular? Sabes que si necesitas escapar te paso a buscar.

— Sí, lo tendré, la suerte —decido cambiar el tema, no quiero darle vueltas al asunto de las peleas de tía Anastasia y el ogro de mi madre. Observo todo el salón de clases percatándome de que están la mayoría. Opto por tomar un cuaderno de Ted, donde es el sagrado cuaderno de arrancar hojas que contengan chismes que no queremos que nadie sepa.

Y decidí empezar a escribir: "Aquella chica de cursos básicos anteriores me sigue gustando. ¡HELP!"

Él lo lee y escribe, pausadamente y analizando el perímetro.

Imprevisto amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora