CAPITULO 7: XIMENA

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XIMENA STEWART

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XIMENA STEWART

El domingo me recibe con una extrañeza por todo mi cuerpo, estar sin los piercings es como quitarle alguna droga a alguien con dependencia hacia eso.

La novia de mi padre está aquí, más bien, vivirá con él. Por lo tanto, estar con los piercings no es una opción en estos momentos.

Me levanto de la cama, con pesadez, voy al baño a realizar mis necesidades para que al final termine alistándome con la ropa que tengo en esta casa. Tengo un vestido floreado que me había regalado mi madre hace unos meses atrás, pero que no me había puesto porque trataba de esperar el momento correcto para utilizarlo. Unas zapatillas combinando el vestido y, sólo los dos aretes principales puestos en conjunto a un collar sencillo, una coleta alta dejando el cabello bien peinado, sin ningún flequillo fuera.

Al terminar, bajo las escaleras y me presento en el comedor carraspeando para que puedan notar mi presencia.

Mi padre, con ropa de hacer ejercicio se mantiene con una taza de café habitual que la baja lentamente al verme, su ceño se frunce y, abre y cierra la boca como un pez buscando forma de vivir fuera del agua.

La novia de mi padre, con su cabello negro corto recogido en un moño alto, junto con una blusa y pantalón corto, su rostro está sin una gota de maquillaje —obviando el labial rojo que habita allí—, se mantiene de pie llevando su desayuno.

— Buen día —indiqué, luego de haber tomado mi desayuno y sentado en la silla. Mi padre sigue en su estado de shock.

— Buen día, Ximena —Ana Karen sonríe, ayer al bajar y hablar un poco con ella me di cuenta de muchas cosas: le gustan los animales, pero es alérgica a los gatos y perros, su color favorito es el morado, ama viajar, tiene una tienda en el centro comercial que abre de lunes a sábado, le gusta salir al cine y al centro, y, por último, le gusta la sencillez.

— ¿Qué te pasó? —mi padre, luego de salir de su trance decide hablar, levantándose de su asiento y caminando hasta el mío, tomando mi rostro entre sus manos— ¿Tus aretes? ¿Los extraviaste? ¿Quieres que te lleve a comprar?

— No pasa nada, están arriba, decidí no ponérmelos.

— Llamaré a la loca de tú madre, no te sientes bien —tomo su brazo antes de que marche en busca de su celular, y niego con la cabeza, él por lo tanto sigue con su expresión preocupada.

— Desayuna, no hay necesidad de llamar a mi madre.

Ana se mantiene en silencio, observando el panorama, hasta que mi padre marcha a tomar una ducha luego de que los tres hemos terminado de desayunar.

Comienzo a lavar los trastes, tratando de no mojar mi vestido, pero sé que al final terminaré cambiándome de ropa.

— Déjame y te ayudo —iba a replicar hacia Ana, pero no me deja, su semblante está serio y decido morder mi labio inferior, ella carraspea y coloca el plato en el escurridor—. Sé que mi reacción de ayer no fue la adecuada, te pido perdón si te llegué a incomodar, no fue adrede. Tu estilo es bonito, me gusta, sólo no me esperaba que lo que mencionó tu padre fuera cierto.

Imprevisto amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora