Wei Wuxian vuelve a la vida después de dieciséis años. Su aspecto físico sigue siendo el mismo que tenía antes de caer al abismo en la batalla de Ciudad sin Noche.
Se encuentra en un lugar frío en los Recesos de las Nubes. Confundido y desorientado...
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Lan Sizhui era considerado un discípulo modelo y ejemplar. Las reglas del clan Lan se adherían en toda su personalidad junto al carisma igualitario al de su padre, todo esto descrito y escuchado de tantas personas a su alrededor. Un futuro heredero, un orgullo, un futuro líder.
Pero detrás de esas últimas afirmaciones había una historia en la que el consejo de ancianos que lo ponían actualmente como ejemplo fueron los primeros en querer cerrar el paso de aquel título. Ellos no sabían de su origen, solo que fue un huérfano de guerra y que ahora estaba bajo el cuidado de Lan Xichen. El mismo ZeWu-jun; su padre, se mantuvo firme y no dio mayor explicación a pesar de toda la batalla interna que provocó en el clan. No dijo nada más. No dijo le dijo a los ancianos que Lan Wangji fue quién lo rescató de los Túmulos Funerarios, no especificó el lugar.
Que él era un Wen, y Lan Yuan lo sabía. Lo supo con los años, con recuerdos que cada vez se hicieron más frescos. Más sólidos y ahora más entendibles.
A medida que crecía mantuvo silencio, incluso de su padre. Averiguo, estudió y trató de entender todo lo que su antiguo clan fue para él. Como desapareció, siendo probablemente el único que aún seguía con vida después de un baño de sangre. En sus clases aprendió y escuchó atentamente sobre la guerra, sobre Wen RuoHan y sobre el Patriarca de Yiling. Siempre sintió que la información estaba incompleta, era como si cada clan escribiera su propia historia y la hiciera más subjetiva para sus propios logros, trofeos y beneficios. Incluso para los Recesos de las Nubes. Pero todas esas apreciaciones se las dejaba para él.
La reunión en la que se encontraba lo mantenía un poco desconcentrado. Tenía que asistir por los compromisos de su herencia, muchas veces pensaba que era algo irónico que un Wen pudiera ser líder de un clan que arrasó con su gente. Lan Sizhui amaba su hogar, su padre, su tío, las personas que eran cercanas a él y por su puesto a sus amigos. Lan Jingyi era uno de ellos. Se sentía agradecido por el lugar que le ofrecieron, por todo lo que él era como persona y sabía que no había forma de pagar aquello. En especial a su padre, daría lo que fuera por él pero aún sabía que existía una pieza faltante.
Al terminar la reunión solo recibió un pequeño sermón de su tío. Lan Qiren se había percatado de su leve desconcentración y en esto ni siquiera su padre lo pudo rescatar. Así que como castigo tendría que escribir un par de reglas. Lo haría.
Pero antes iría al Hanshi. Hace unos días atrás había recibido la petición de su padre para hacerle compañía al amigo de su tío Lan Wangji. Casi nunca se hablaba de él, era como si todo el clan se hubiera olvidado del segundo Jade, era tan terrible nombrarlo como al Patriarca de Yiling.
Al principio no entendió la petición del líder de su clan. Pero aceptó porque comprendió que era importante ya que nunca había visto el rostro de su padre así. Con una mezcla de ansiedad, preocupación y dolor. Todo eso escondido en sus sonrisas, unas que Lan Sizhui sabía leer casi de memoria. No todas eran genuinas y la mayoría de ellas escondían las emociones reales.
