Wei Wuxian vuelve a la vida después de dieciséis años. Su aspecto físico sigue siendo el mismo que tenía antes de caer al abismo en la batalla de Ciudad sin Noche.
Se encuentra en un lugar frío en los Recesos de las Nubes. Confundido y desorientado...
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Era una sensación inquietante el saber que un poder que desconocía completamente lo hubiera dejado inconsciente y sin una gota de energía espiritual en tan solo unos segundos. Le tomó un momento a Lan Xichen recomponerse y orientarse en tiempo y espacio. Recordaba el libro, la villa Mo, a Wei Wuxian y el llamado de su hijo. Se concentró en el nivel de su energía y salió de la habitación en dónde se encontraba. El talismán que protegía la puerta cayó al llevar sus pasos a la salida.
El rastro de energía resentida aún tenía una huella y se preguntó si Wei Wuxian había usado su cultivo demoníaco. Desde hace un poco más de un mes, que era el tiempo que llevaba en el mundo de los vivos, no lo había visto usar ese método de cultivo. Pero la sensación en el aire era conocida. Tendría que hablar con él pero primero debía encontrarlo.
Su sorpresa fue ver la cantidad de cuerpos ordenados unos al lado de del otro y a su hijo ayudando junto a otros discípulos y sirvientes alineando a los cadáveres. Corrió a su lado y olvidando toda etiqueta de líder de secta lo abrazó.
—A-Yuan—Jadeó tratando de encontrar las palabras y calmar el golpe de su corazón al verlo a salvo. —¿Qué pasó?—. Lan Xichen hizo un recorrido rápido con su mirada a Lan Sizhui para ver si existía alguna herida que sanar. Su alivió salió en un suspiro al no encontrar un daño visible, pero de todos modos se tomaría su tiempo para ser un poco más minucioso cuándo las cosas estuvieran un poco más resueltas.
—Estoy bien—. Lan Xichen no se convenció completamente de la respuesta de su hijo pero antes de protestar él le interrumpió. —Jingyi resultó herido—. Lan Xichen sabía lo importante que era Lan Jingyi en la vida de él, nunca lo habían hablado abiertamente por la eminente presión que siempre ponían los ancianos en que el próximo heredero, pero comprendía los sentimientos de su hijo y pudo ver que estos eran mutuos.
—¿Dónde está?—. Preguntó y él le explicó que un sanador de la villa vino a prestar ayuda y ahora estaba atendiendo a los afectados. Lan Jingyi se encontraba fuera de peligro pero ahora necesitaba descansar.
—A-die—. Lan Xichen amaba los momentos en los que su hijo lo llamaba de manera tan dulce. Habían días en los que sentía mucha culpa, pero otros en los que se recordaba que hizo todo lo posible para mantenerlo a salvo. Y sabía que con los eventos presentes tendría que decirle la verdad; una que sospechaba que su hijo en parte conocía, pero tampoco podía alimentarle una idea incorrecta a falta de información.
En especial cuándo se trataba de su hermano y de Wei Wuxian. Y este último había vuelto.
Eso le hizo recordar al hombre en cuestión. Trató de buscarlo con la mirada pero no lo halló. Lan Sizhui se dio cuenta de su pregunta y le explicó un breve resumen de todo lo que había pasado. Lan Xichen se percató de algunas lagunas en el relato, quiso preguntarle por la energía resentida pero halló pertinente que era mejor obtener respuestas de Wei Wuxian.