12. El salón nº 16

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*Se recomienda ampliamente escuchar esta canción a todo volumen y leer el capítulo.


Estoy sola y encerrada.

En la otra puerta que esta frente a mí, hay un cartel: cruzar solo con túnica.

Bueno, ya estoy en esto.

Me quito los zapatos y descuelgo la túnica de seda.

Quiero creer que va sobre el vestido, pero el cartel es bastante claro.

Con los ojos cerrados, impactada de lo que estoy haciendo, me quito el vestido y me pongo la túnica. En un principio creo que es una bata, sin embargo, tiene unas tiras cruzadas que me amarro desde el centro del pecho hasta bajo mi trasero; el resto cae suelto al suelo, las mangas son largas y holgadas. Se ve como un delicado vestido de seda.

La puerta frente a mí se abre y un hombre con una máscara blanca me lleva por pasillos de terciopelo verde botella, las plantas cuelgan de maceteros de las paredes mezclándose con cuadros de personas en actos y diversas prácticas sexuales. No sé grotesco como hubiese imaginado.

Por la última puerta por la que cruzamos, la luz es tenue, el piso negro con blanco y hay dos poltronas del mismo color de las paredes. Es una de ellas hay alguien sentado. Me acerco por indicación del hombre que me trajo: es una mujer con el mismo vestido que el mío, aunque de color rojo. La máscara que lleva, le deja la boca descubierta, alza su vaso y se lo lleva a los labios. Luego de beber un sorbo, se gira hacia mí.

—Siéntate, Celeste —ordena con voz dulce. Lo hago—, El salón 16 cumple cada deseo de sus colaboradores. Con ciertas reglas, claro. Ninguna vida está puesta en peligro y nadie juega un papel que no quiera. Cada persona que verás, ha pagado su entrada al igual que tú, y pueden dejar de participar en el momento que así lo deseen.

Entrecierro los ojos, no es la impresión que me dio cuando venía en el coche.

—¿Si quiero me puedo ir ahora?

—Claro. —Bebe otro sorbo—, ¿lo harás?

—¿Nadie juega un papel que no quiera?

—Existe una palabra: fuego. Todo se detiene con esa palabra, o simplemente te pones de pie y te vas. Quién veas y te ayudará a encontrar la salida.

—¿Qué tipo de deseos son los que se cumplen?

—Cada deseo que de placer. ¿Qué te da placer a ti?

Me remuevo incómoda en el asiento.

—No lo sé —respondo, nerviosa.

—Empecemos por algo simple. —La pared frente a nosotras en realidad es un vidrio que separa dos habitaciones. La luz de la habitación tras el vidrio se enciende color rojo, como si fuese una discoteca. Y el centro, mirándonos hay un hombre con una máscara negra hasta bajo la nariz. Tiene los ojos celestes y los labios gruesos y rojos. ¿Te gustan los hombres con el cuerpo tonificado? ¿Hombres tatuados? ¿Guapos?

Lo que hicimos anocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora