25. Tratos son Tratos

1.1K 135 55
                                    


Vania

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Vania

¿Qué está pasando?

Mathis me sostiene y aprieta levemente mi brazo para que reaccione. Cualquier persona que vea mi expresión en este instante, pensaría que me está dando un ataque o corto circuito en mi cerebro.  Se acerca a mi oído.

—¿No es ese Josef Hart? ¿tu ex esposo?

Me aclaro la garganta.

—Sí, es. —Josef con Dana se acercan a saludarnos.

—Christopher Anderson. —Estira su mano para saludarme, mientras siento que mis piernas se deshacen y me hundo en el piso... o en la estupidez. No entiendo nada. Cojo su mano y él me sonríe normalmente, como si fuera cualquier persona y no... yo.

—Vania.

—Francesca. —Dana se acerca y me abraza. Se ve distinta, no hay rastro de esa aura malvada y perversa que tiene. Más bien, se ve como alguien agradable y no como el demonio que realmente sé que es.

Marie nos guía hacia el comedor. Mathis me sigue cogiendo por el brazo y se lo agradezco. Camino más lento para quedarme levemente atrás.

—¿Sabes qué sucede? —pregunté, entre dientes.

—Absolutamente no. Lo averiguaré. ¿Podrás hacer esto? Lo necesito.

—Ya averigüé lo que necesitabas.

—Te besaría si me lo permitieras.

—Olvídalo.

—¿Sabes que me gustas más cuando me lo niegas? —Sus dedos se deslizan por mi brazo desnudo y lo empujo levemente.

Para mi mala suerte, el asiento que es para mi, está junto frente a Josef. Lo miro para tratar de preguntarle si esto es alguna especie de plan o si es real. Él me quita la mirada y con eso casi todas las esperanzas que tengo de que esto resulte bien.

Hago todo mi esfuerzo para conversar, sonreír y comer; aunque no tenga ganas de hacer ninguna de las tres. De reojo veo que Dana le toca la cara a Josef más veces de las que puedo soportar sin vomitar.

Me pongo de pie de golpe y todos se quedan en silencio. Sonrío, porque si soy sincera, no tomé la decisión de ponerme de pie, simplemente sucedió. Es mi cuerpo obligándome a huir.

—Perdón, necesito ir al baño.

—Oh, si claro corazón, Mike te llevara. —Marie le hace señas al mayordomo, quien indica que lo siga. En el baño dejo escapar una pura lágrima de rabia y dejo que continúe su camino arrastrándose y quemando mi cara. Respiro lento y pausado.

—Todo va a estar bien —murmuro para mí misma, y decido volver a esa cena tortuosa, un poco más compuesta.

—¿Cómo es que ustedes se conocen? —pregunta Mathis a Josef y a Roberto, justo cuando llego.

Lo que hicimos anocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora