11. Una pared entre nosotros

1.4K 154 17
                                    


El aire que se respira en el coche es tenso, quiero decir algo, pero no sé qué

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El aire que se respira en el coche es tenso, quiero decir algo, pero no sé qué. Josef se ha sentado tan lejos como el asiento se lo ha permitido.

—Vania, yo no debería haber...—Josef tiene la vista en la ventana, pero antes de seguir hablando se gira hacia mí. De nuevo está la pared entre nosotros, en sus ojos lo puedo notar—. Disculpa si fui imprudente, no supe qué hacer —explica, lacónico.

—¿Por qué lo dices como si hubieses hecho algo terrible? Josef, solo fue un beso... y yo fui la idiota que se puso a llorar allí —resoplo enfadada—. No sé por qué...

Me mira con cara de lástima.

—Vania, con todo lo que te ha sucedido, me parecería raro que no lloraras o explotaras. Hace nada de tiempo tenías tu vida, y ahora... estás amarrada a mí por no sé cuántos meses. Yo sé que quieres estar con mi hermano, pero de todas formas quiero que sepas que lo que hago es para que volvamos a nuestra normalidad.

Oigo sus palabras y de la impresión me voy hacia atrás. No sé qué decir.

—No estoy enamorada de Alan y tampoco tus acciones me confunden, si eso es a lo que te refieres.

—Eso no quiere decir que no quieras estar con él. El otro día sé que fui muy duro. No me corresponde a mí dar permiso o no para que estén juntos. Solo quiero que tengas cuidado. —Noto cierta tensión cuando dice la última palabra.

—¿Cuidado de que nos pillen o cuidado de Alan? —pregunto a la defensiva.

Su silencio me da la respuesta que no es la misma que sale de su boca.

—De que los atrapen. —Deja de mirarme y gira su cabeza hacia la ventana—. Me pasa algo muy extraño contigo. No creo que necesitas a nadie que te cuide, sin embargo, desde que llegaste aquí, siento que debo hacerlo, como si fueses mi responsabilidad. Me aseguraré de que puedas volver bien a tu casa.

—No quiero estar con Alan. —Me apresuro a decir—. Y gracias...por lo otro.

Sonríe. Cada vez que lo hace me alegro, como si eso fuera imposible para él.

—No importa —dice, como si nada y sin dejar de sonreír—. Solo ten cuidado.

—Hemos llegado, señor —dice el conductor, interrumpiendo toda la conversación.

—¿Y Marco? —pregunto al no reconocerlo.

—Me está ayudando con unos informes de la empresa.

El chofer me abre la puerta, y lo primero que veo es la misma mujer que fue a la boda, —Dana— en la entrada del edificio, con una caja entre sus manos. En la boda me dio la impresión de que ella sabía lo que sucedía realmente entre Josef y yo. La mandíbula de Josef se tensa.

—¿Por qué ella está aquí? —Sueno como una esposa celosa hasta los pelos, pero no es eso... sino que yo sé que entre ellos hay algo más... y cualquiera lo puede ver.

Lo que hicimos anocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora