13. No debo

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—Buenos días

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—Buenos días. —Josef pasa por mi lado y va directo a la cafetera. Mis ojos lo siguen, pocas veces lo he visto con joggers, camiseta y zapatillas. Tengo que admitir que le quedan bastante bien.

¿Por qué lo estoy mirando?

Me aclaro la garganta.

—Buenos días, ¿vas al gimnasio? —Oculto mis mejillas coloradas tras el vaso de jugo. Nuestro beso fue hace tan solo unos días, pero no lo había vuelto a ver, así que no puedo evitar ponerme nerviosa.

—Ya fui—dice secamente, mientras responde mensajes en su celular. De repente lo deja en la mesa y se saca el polo que lleva puesto. Nunca le había visto los brazos desnudos y hay algo que me genera curiosidad —lo que no es muy bueno para mí— y es que tiene un tatuaje que le cubre un brazo por completo.

Se da un par de vueltas en la cocina y luego se sienta frente a mí, da un largo suspiro y nos quedamos mirando.

—A ti te pasa algo. —Entorna los ojos. Doy un respingo como si me hubiese pillado con los ojos de fuego sobre su cuerpo, lo que por cierto no he hecho porque me he contenido.

Arrugo la frente.

—¿Cómo? Nada, todo bien —respondo algo torpe—, ¿cómo es que fuiste al gimnasio tan temprano? Yo con suerte me levanté.

Quizás demasiada información.

Sus labios forman una sonrisa.

—Mientes. —Bebe un sorbo de su café y una fina línea de espuma le queda sobre el labio superior—. ¿Te puedo ayudar?

Me dan ganas de decirle: ¡No me ayudes! adiós, aléjate, aléjate.

Es que... ¿Por qué me dio ese beso? Lo peor de todo es que fue de lo más normal  y no apasionado, hasta podríamos decir aburrido, pero, oh... ese estúpido beso ha aparecido en mi mente más veces de lo quisiera.

Me sorprende la facilidad con la que notó que algo sucedía, aunque no puedo decirle la verdad por completo, así que decido decirle otra cosa porque no lo dejará ir.

—¿Cómo supiste?

—Porque no te has soltado la pulsera que llevas, ¿no sabías que la coges cada vez que algo te preocupa?

Meneo la cabeza, ¿cómo se ha dado cuenta de algo así? Le doy una sonrisa y resoplo. Josef me observa divertido.

—Que observador, estoy impactada —bromeo.

—Aprender a leer a los demás es algo que he aprendido con el tiempo.

—Es extraño porque me la regaló mi madre y es como un lugar seguro. ¿Te suena muy loco?

—¿Tu madre es un lugar seguro para ti?

—Para nada. —La amargura de mi voz es inevitable—. Digamos que no tiene mucho el gen de madre, pero cuando me regaló esta pulsera, yo estaba muy pequeña y aún no me daba cuenta de que ella me quería a su propia manera.

Lo que hicimos anocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora