14. Siento cosas

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¿Quién quieres que sea?

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¿Quién quieres que sea?

¿Quién quieres que sea?

¿Qué quiero?

¿Qué seas mi amigo?

Me veo a mí misma dando vueltas por toda la habitación. Sé que el vino ha hecho lo suyo esta vez, pero me siento un desastre. No entiendo qué es lo que ha pasado.

¿Casi beso a Josef?

Es decir, ¿casi nos besamos de verdad?

En estos momentos es que necesito alguien de confianza. No lo tengo. Mi amiga era mi mayor confidente...y ya no está.

Y se supone que mañana me ayudará con mis cafeterías.

Esto que acaba de suceder no puede avanzar. Mezclar todo sería un paso en falso... no solo arruinaría la razón de por qué estoy aquí, gracias a Dana; sino que una puñalada a mi propia estabilidad emocional.

O lo poco que queda de ella.

¿Seguir jugando con Alan la solución?

Lo que sea para que Dana no sospeche nada... y no le arruine la vida a todos.

Apago la luz y escucho pasos fuera de mi puerta. Dejo de respirar, como si eso me hiciese desaparecer. Llaman con un par de golpes casi inaudibles. No reconozco quién es cuando se abre.

—¿Puedo pasar? —susurra la voz de Josef.

Esto es mala idea.

—Sí. —Es lo único que logro decir.

Entra con cuidado y cierra la puerta tras de sí.

—Toma, dejaste el celular en mi escritorio. ¿Ya te estabas acostando?

—Sí, estoy algo mareada.

Se ríe.

—Yo también, pero pensé que lo necesitarías —agrega con voz suave. Oigo algo caer al piso, y luego a Josef aguantando la risa—. Mierda. No veo nada.

—¿Se te cayó el teléfono? —pregunto, tapándome la boca.

¿Les ha pasado que cuando no se pueden reír les da más risa? Me agacho para recogerlo y Josef también al mismo tiempo. Nos pegamos tan fuerte en la cabeza que me voy hacia atrás con una carcajada que Josef logra silenciar lanzándose sobre mí y tapándome la boca. Y cuando él empieza a reír, tengo que yo obligarlo a hacer silencio.

Esto es un desastre por donde se mire, pero no puedo dejar de reírme.

—Vania shhh, shhh.

—Siento... siento un hilo de sangre correr por mi cabeza.

—¿¡Qué!? Déjame ver. —Coge mi cabeza con delicadeza, pero la acerca hacia él demasiado rápido para incorporarme adecuadamente y no sé cómo, de repente estamos frente a frente. Lo sé porque siento su aliento haciéndome cariño en la cara.

Lo que hicimos anocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora