27. Un nuevo visitante.

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Vania

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Vania

Llevo todo el viaje despierta y Lucia también. Horas en las que apenas hablamos porque cada vez que lo hago, una presión se instala en mi garganta y me duele, pareciera que voy a colapsar en cualquier momento. Ella intenta concentrarse en algo y pone tres películas que cambia después de unos minutos. Gira su cabeza y me queda mirando, esbozo una sonrisa de labios cerrados.

—No me puedo concentrar en nada —murmura frustrada. Pone su mano sobre mi rodilla—. ¿Cómo te sientes? —pregunta bajito.

Trago saliva.

—Como si me hubiese atropellado un camión, solo que extrañamente sigo viva. No entiendo por qué.

—Nada de lo que ha sucedido hoy, o en estos últimos meses, va a definir lo que viene en tu vida. Tienes mucho por delante, Vania. Todo lo que tenías antes de conocerlos a ellos y esa familia.

—Tampoco tengo a mi familia —replico sin mirarla.

—A ellos no los tenías antes, era una ilusión... que se rompió con lo que sucedió después. Te dije muchas veces que tus padrinos no eran tan reales como tú creías, y tú sabías que tus padres estaban haciendo cosas que no debían, por eso te independizaste y estabas alejada de ellos.

La quedé mirando. Era verdad, mi familia siempre fue de la misma forma y aunque yo lo veía y por eso tomé distancia. Seguía siendo mi familia y pensé que me amaban incondicionalmente.

Tomo una bocanada de aire que se convierte en un suspiro lento y profundo.

—Tienes razón. De hecho... me despedí de mis padres en el hospital —susurro bajito—. Quiero que estén bien, pero no cerca de mí. No acudiré más a ellos. Esta vez, solo me acerqué porque se encontraban en el hospital. —La voz me sale temblorosa y Lucia aprieta mi mano cariñosamente.

—Lamento que no hubieses tenido una familia que te mereciera, Vania. Lo lamento mucho y estoy orgullosa de lo que hiciste. Tendrías que haberlo hecho cuando tu padre te hacía seguir a todas partes y no podías besar ningún chico.

Eso me hizo reír.

—Era una niña. —Le golpeo el hombro con el mío—. Tu familia debería haberme adoptado.

—Mi casa igual era un infierno, mi papá tenía tres amantes y mi mamá sabía. Mi hermana sabía... todos sabíamos y era un horror.

—Cagadas de familias que nos mandamos.

—Pero creo que crecimos bastante bien, ¿o no? Y Ahora... nosotros somos nuestra familia.

—Supongo. Al menos no me volví como mis padres y tú... no tienes 4 hombres, ¿o sí?

Hace una mueca de horror.

—Cómo te explico que después de besar a Daniel no he podido hacerlo con nadie más. —Vuelve a realizar la mueca y cierra los ojos con expresión de asco—. Moriré si recuerdo eso una vez más.

Lo que hicimos anocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora