AMALIA
Él me había dolido demasiado, me dolía aun pero ahora sentía esta necesidad de sacarlo todo de mi sistema de alguna manera. Toda esa rabia y tristeza que había estado ignorando, tenía que sacarlo todo y eso iba a hacer.
Mire a Henry al tiempo que dejaba de llorar, mire esos ojos azules en los que tan fácilmente me perdía, el me miro también dejándome ver ese mar de emociones que se evidenciaban en sus ojos.
Esa intensidad aún seguía poniéndome las rodillas débiles y seguía erizando mi piel.
Tracé con mis dedos líneas imaginarias a través de su piel, recorrí su pecho, subí a su nuca y seguí la línea de su perfecta y angulada barbilla viendo como él se deleitaba ante mi toque. Sus manos instintivamente sujetaron mis caderas, me tome mi tiempo desvergonzadamente para acariciar su torso bien trabajado nuevamente.
Lo escuche respirar pesadamente cuando mis manos alcanzaron sus impecables pantalones de vestir.
Pero él no se merecía la satisfacción de ir más abajo, asiqué no lo hice. Quería que sintiera la frustración, pero cuando lo mire, sus ojos habían cambiado. Su mirada estaba dilatada y oscura.
Respire mientras cerraba mis ojos.
Pero en cuanto los abrí supe que nada en este mundo me iba a detener de unir su boca con la mía. Por supuesto el tomo el control inmediatamente mientras mis piernas rodeaban su cintura, no había nada suave o dulce en este beso.
Era urgente, demandante, necesitado, casi animal.
Pude sentir la sangre en mi labio cuando él me mordió, casi ordenando que abra mi boca. Nuestras lenguas batallaban desesperadamente mientras mis manos iban de su nuca a su pelo tirándolo para acercarlo más.
Sentí su miembro pulsar contra mí cuando pego su cuerpo contra el mío y me pego a la pared, donde deje escapar un gemido de mi boca. Su cuerpo se tensaba ante mi toque mientras nos llevaba a mi habitación.
Lugar que él conocía demasiado bien.
Me bajo al piso dejándome parada frente a él tan cerca el uno del otro que era demasiado fácil escuchar nuestras agitadas respiraciones. Sus manos tomaron la remera de mi pijama sacándomela por competo, tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de procesar lo que había hecho. Me tiro contra la cama dejándome completamente en shock, pero sin evitar el hecho de que ya estaba mojada viendo su lado dominante.
Toda una electricidad me recorría el cuerpo completo mientras sentía su cercanía.
-Voy a cogerte tan fuerte que vas a olvidar hasta tu nombre- Me susurro antes de morder el lóbulo de mi oreja provocando un inevitable jadeo de mi parte ante sus palabras y acciones.
Dejo un camino de besos y chupones por mi cuello y clavícula provocando mil sensaciones. Lo necesitaba, necesitaba su contacto para liberar la tensión que había crecido en mi sin ser consciente de ello.
Sus manos viajaron por todo mi cuerpo como si de memoria lo conociera hasta que alcanzaron mis bragas que no dudo en arrancarlas de un tirón. Me dio vuelta dejándome de espaldas, mientras escuchaba como se abría el cierre de su pantalón.
-No puedes moverte- Dijo mientras dejaba mordidas en mi hombro- Soy claro? - Yo estaba lista para tener un orgasmo solo escuchando su voz.
-Sí señor- Fue lo único que pude decir, no podía distinguir si este control que ejercía sobre mí era a causa del alcohol o del enojo que tenía conmigo, que era el mismo que yo tenía con él.
De cualquier manera, no iba a quejarme.
Escuchar como terminaba de abrirse los pantalones sin poder moverme o verlo me hacía derretirme en los malditos fuegos del infierno. Sentí una ola de lujuria apoderarse de mi al sentirme debajo de él, no había más fuerzas con las que pudiera sujetar las sabanas cuando lo sentí entrar en mí.
Estaba ardiendo y no podía escuchar nada más que el sonido de nuestros cuerpos chocando.
Sus manos me apretaban, me sujetaban en un ritmo exquisito. Deje escapar un gemido al moverme contra el buscando más fricción entre ambos.
Deje caer mi cabeza contra las sabanas totalmente extasiada, sus gemidos solo aumentaban mi placer. No podía pensar, podía jurar que era incapaz si quiera de decir una sola palabra coherente, nada salía de mi boca por más que quiera, por más que mi vida dependa de ello.
Nuestros cuerpos chocaban uno contra otro, elevándose, alcanzando cada vez más la cima antes de volver a caer. Era delicioso. Estábamos perdidos, inmersos en olas y olas de placer.
Nada nos iba a impedir colisionar en el acto, fuerte y duro. No se detenía.
Nuestros gemidos se escucharon por todo el lugar mientras la adrenalina poco a poco bajaba lentamente. Sus embestidas iban deteniéndose mientras nuestros alientos se robaban el silencio.
Me recosté en la cama cerrando mis ojos mientras el otro lado se hundía con el peso de su cuerpo. Sus fuertes brazos me acercaron a su pecho mientras yo me dejaba abrazar por él, completamente entregada mirando sus atrapantes ojos. En total silencio, pero aun con mucho por decir.
Nos quedamos ahí en silencio, compartiendo miradas y caricias. Por momentos hablábamos de cosas sin sentido donde yo era incapaz de dejar de mirarlo, sintiendo como todas mis preocupaciones y problemas desaparecían con él.
Estaba mal, lo sabía, pero no podía evitarlo.
Mientras la noche seguía avanzando exponiendo nuestra intimidad, me senté a horcajas sobre el con cada pierna al costado de sus caderas y lo besé. Sus manos recorrieron mi cuerpo de la manera más inocente posible mientras mis manos acariciaban su rostro tratando de guardar y memorizar cada momento de este beso.
El dulce y triste beso del adiós.
Me pareció una eternidad, pero no lo fue, quizás fueron unos breves segundos. Me separe de sus labios solo para apoyar mi cabeza en su pecho.
-Lo siento- Dije completamente sufriendo.
-No lo hagas mi amor- Cerré los ojos, incapaz de verlo- Fui yo el que te lastimo y jamás te pediría que te quedes, te amo demasiado para hacer eso.
-No lo hagas- Murmure, sintiendo cada fibra de mi cuerpo ser arrastrada hacia abajo. Esas palabras tenían mucho poder por sí solas, tres palabras demasiado peligrosas.
- ¿Que no haga que, Amalia?
-No digas eso de nuevo por favor- Sus manos tomaron mi rostro obligándome a sostenerle la mirada.
-Decir qué? - Inquirió- Que te a...
-Henry, no, por favor.
-Pero lo hago- Cerré mis ojos tratando de batallar porque mis lágrimas no comenzaran a salir nuevamente- Profundamente.
-Lo sé- Suspire- Yo también lo hago, demasiado- Con sus dedos limpio mis lágrimas con adoración- Pero por favor no lo digas de nuevo porque si lo haces ya no seré capaz de irme.
-Entonces déjame mostraste.
Y fue así como nos dejamos consumir por la pasión una vez más. Esa que te sobrepasa y es profunda.
Esa donde te llena de amor.
El tipo de amor que calma tu alma y despierta tu corazón.
ESTÁS LEYENDO
Seduction games
RomanceAmalia Altman es una chica de 18 años a punto de convertirse en estudiante de medicina. Tiene sus metas claras y una vida tranquila hasta que vuelve a encontrarse con el mejor amigo de su hermano por el cual comienza a sentir una pequeña atracción...