Capítulo 18

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AKIM
-¿Akim me vas a decir a dónde me trajiste? -pregunta mientras la guio por el pasillo porque le había vendado los ojos.

-Confía en mí, galletita te gustará. -susurro en su oído.

Ya tenía la llave lista, abrí la puerta del lugar. La agarre de la muñeca, la guíe y la ubiqué en medio de la casa.

-¿Ya me puedo quitar la venda?

-Si -ella se la quitó y miró fascinada todo el lugar -Dios, está precioso.

Había comprado uno de los penthouse más lujosos de toda la ciudad solo para nosotros dos. Quería que tuviéramos nuestra propia privacidad, un hogar que llamar nuestro.

-¿Te gusta? -ella miró los muebles modernos, el piso de madera, la terraza con vista a la ciudad, pero lo más importante para Marcella fue la cocina de concepto abierto con electrodomésticos de última generación, había hecho que remodelarán porque sabía lo mucho que a mí galletita le gustaba cocinar.

-¡La adoro Akim! -exclamó para correr hacia mí para entrelazar sus brazos alrededor de mi cuello para besarme.

-Todo este lugar es nuestro galletita o más bien, tuyo. Lo registré a tu nombre. -saque del bolsillo de mi chaqueta la segunda llave para ponerla en sus manos -Cuando desees estar sola, ven aquí.

Marcella miró la llave, luego la dejó en la encimera de la cocina.

-Gracias, pero ahora me gustaría compartir este lugar contigo -nos besamos, Marcella me guío hacia el sofá sin dejar de besarnos, me senté y ella se sentó a horcajadas. La agarre de la cintura, los momentos íntimos como estos eran de los que más disfrutaba.

-¿Dónde quieres estudiar? -pregunté mientras jugaba con un mechón de cabello pelirrojo entre mis dedos.

-Ya me decidí por ser chef pastelera. Me gustaría viajar, ir fuera del país. -ella apoyó sus manos en mis hombros -Tal vez París, siempre quise conocer Francia.

-Voy a extrañarte si te vas tan lejos galletita.

-No es como si me fuera a ir ahora mismo, aunque si así fuera serían unos meses y regresaría en vacaciones para estar contigo. -la abracé aún más, mi mano fue por debajo de su blusa para sentir lo suave de su piel.

-Igual me harás falta, pero si eso te hace feliz ¿quién soy yo para impedirte ir?

-Por eso te amo Akim.

-Repítelo. -pedí.

-Te amo. -mi poco autocontrol se fue.

-Desabrochaba tu camisa y déjame ver tus pechos Marcella.

Ella estaba sonrojada por mi petición, luego ella misma desabrocha la camisa botón por botón, dejando al descubierto un fino sostén de encaje rojo. Aparto el encaje para ver sus aureolas con pezones rosados y pequeños.
La sostuve de la cintura acercándola a mi cuerpo, en sus ojos se veía lo avergonzada que estaba y su cuerpo temblaba. Mis manos tocaron sus senos con suavidad, la acaricie y bese buscando que se relajara.

-Tienes la piel más blanca y pura que he tocado...

Dejaba besos en sus hombros, su cuello y en sus sensibles pezones, Cella estaba cada vez más sonrojada. En medio de mis pantalones mi miembro comenzaba a ponerse duro. Me apoderé de su boca, esos labios carnosos y suaves me pertenecían. La besé hasta que ambos tuvimos que separarnos para recuperar el aire.
El pecho de ella subía y bajaba de forma agitada. Mi pene dolía, desabroche mis pantalones, bajé la cremallera dejando mi miembro duro fuera del bóxer.

-Es increíble que con solo unos besos y esos deliciosos pechos me tengas de esta manera.

Volví a besarla, no podía dejar aquellos dulces labios que me hacían perderme a mí mismo. Mi dedo iba directo a su intimidad haciéndola gemir, quería penetrar a Marcella, hacerle el amor. Era su primero y seria su único amante.

-Galletita quiero todo de ti. Todo. -la desnude por completo. Marcella levanto sus caderas y se posiciono encima de mi erección, poco a poco fui entrando en ella. Era bastante estrecha, su vagina se apretaba a mi pene.

-Akim...-gimió.

Cella se sentía tan apretada, tan mía. Marcella empezó a moverse encima de mí, marcando su propio ritmo. Los jadeos de placer de Marcella me excitaban cada vez más, quería marcarla, nos movíamos más rápido juntos. Besé su cuello y lo mordí un poco hasta que la sentí apretarse más y ambos llegamos al orgasmo. Marcella estaba sudada, apoyo su frente en mi hombro, escuchaba sus jadeos cansados.

-Te sientes caliente dentro de mi Akim -dijo Cella abrazándome del cuello. Pronto sentí como me volvía a poner duro, sorprendiéndola. La agarre de la cintura para levantarme del sofá con ella aferrada a mí, con mi miembro aún dentro de ella.

-Galletita ya estrenamos el sofá, pero ahora quiero hacértelo en nuestra lujosa cama de arriba. ¿Quieres que te folle en nuestra cama Marcella? -pregunté con un tono seductor mordiendo el lóbulo de su oreja.

-Si. -respondió casi en un murmuro tímido haciéndome sonreír.

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Desperté con Marcella abrazada a mí, sonreí. La rodee con mis brazos, besé su frente y ella no hizo ningún movimiento de querer despertarse. Mi galletita tiene el sueño pesado. No quería despertarla ni tampoco separarme de ella.

-Te amo -susurro bajito Marcella.

-Y yo a ti. -respondí abrazándola.

-¿Cuánto me amas?

-Tanto que construiría un cielo para ti. Un reino dónde tú seas mi diosa y mi reina.

Nuestro momento fue interrumpido por el sonido del teléfono, mi padre llamaba por lo que debía atenderlo. Él me dijo que debía ir al puerto ahora con Dimitri.

-Akim...

-Debo irme galletita, vamos vístete y te llevaré a tu casa.

-¿Puedo quedarme y esperarte? Puedo decirle a mamá que dormiré en tu casa con Kira -sonreí.

-Que tierna eres galletita, pero no sé si vuelva pronto. Además, no hay ropa para ti aquí. Vamos.

-De acuerdo. -ella de mala gana se levantó de la cama y se empezó a vestir. La abrace, pegando su espalda a mi pecho.

-La siguiente vez que vengamos nos quedaremos toda la noche, te lo prometo galletita. -la vi sonreír, luego se voltea para besarme.

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Se suponía que recibir el cargamento sería un trabajo sencillo. Dimitri y yo junto con cinco soldados nos reunimos con los americanos en el puerto, todo estaba tranquilo hasta que los disparos empezaron. Todos sacamos nuestras armas. Lo que se suponía debía ser una reunión tranquila se había desviado. Varias camionetas empezaron a rodearnos y mientras Dimitri me cubría yo disparaba matando a esos bastardos.

¡Querían llevarse el cargamento!

-Son los italianos. -espetó Dimitri -¡Malditos hijos de perra!

El más joven de todos estaba a la cabeza. Había visto fotos y leído noticas de él. El hijo de mayor de Giovanni Caruso, el bastardo de Massimo Caruso, el cual tenía una mirada sádica mientras disparaba contra nosotros.

Mis hombres y los de los americanos se habían reducido. Ellos nos estaban superando en número.

-Debo sacarte de aquí. -dijo Dimitri.

-¡No podemos dejarle el cargamento a esos malditos!

-¡Escúchame niño! Si tú mueres Andrey y Akiko me colgarán de los huevos y me arrastrarán por todo New York, ahora vámonos.

Corrimos hacía el interior de las camioneta. Subimos y en el momento que Dimitri estuvo tras el volante, piso el acelerador a fondo, mientras los italianos disparaban y las balas no perforaban la camioneta blindada.

𝐁𝐞𝐬𝐩𝐫𝐞𝐝𝐞𝐥.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora