Capítulo 2

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Aquella mañana era igual que todas las mañanas en la vida de Mike, desde hacía un año.

Despertaba hasta que su cuerpo estaba completamente descansado. No usaba una alarma o un despertador porque había decidido meses atrás, que no era necesario. Simplemente, abría los ojos cuando tenía que hacerlo.

Se estiraba un poco en la cama, miraba la hora, siempre la misma, y luego de suspirar, se levantaba para ir a la cocina a encender la cafetera. Después buscaba indicios de la presencia de su hermana. 

Solo para decidir cuánto desayuno debía de preparar.

Lena, su hermana mayor, no era muy constante en la casa que compartían. Su trabajo no le permitía llevar un horario fijo. Trabajar en el FBI no te aseguraba poder ir a dormir a tu casa todas las noches.

Por eso, Mike se asomaba a la habitación de su hermana todas las mañanas tratando de averiguar si había llegado a dormir.

No estaba.

Con esta, eran ya cinco días que no la veía.

Sabía que estaba bien, pues por lo menos le contestaba alguno de los mensajes que le enviaba diariamente. Debía de estar trabajando en algo grande.

Al no encontrarla, se dispuso a seguir con su rutina, no sin antes enviarle un mensaje pidiéndole que por lo menos se reportara para saber que estaba bien.

Se fue a bañar, comió algo para después marcharse tres horas al gimnasio. Mike no quería pensar y el desgaste físico siempre lo ayudaba con eso. Hizo pesas, sentadillas, planchas, abdominales, corrió varios kilómetros más que de costumbre solo para no sentirse tan miserable. Terminó lleno de sudor, agitado y con un dolor en un costado que lo obligó a parar y le recordó que debía concentrarse en respirar.

No era una persona muy sociable. Ya no. Así que cuando detuvo la caminadora para descansar un poco y respirar, nadie se acercó a él para ver si se encontraba bien. Tampoco era algo tan alarmante. Solo tuvo que esperar algunos minutos para que el dolor pasara. Pero, eso fue suficiente para interrumpir su rutina y decidir que era hora de regresar a casa.

Volvió a ducharse. Tal vez limpiar su cuerpo tantas veces al día podría parecer exagerado, pero el agua le refrescaba los músculos y las ideas. Se preparó un sándwich y se sumergió en su trabajo durante toda la tarde. Su estudio estaba lleno de fotografías que debía revisar antes de regresarlas al periódico que las publicaría. Era fotógrafo, uno de los mejores de la ciudad. Por eso, se ganaba la vida como asesor de fotografía para un par de periódicos y revistas. Se enfrascó tanto en el trabajo, que apenas si se dio cuenta de que anochecía.

Miró el reloj mientras se masajeaba el cuello y dio gracias al universo de que aquel día terminará.

Parecía un día normal. Pero no lo era. Hacía tres años que la había perdido. Tres años desde que su mundo completo se destruyera. Tres años de la desaparición de Imra. Tres años desde la última vez que la vio.

No supo si fue casualidad, o descuido de su parte, pero sin proponérselo, sus ojos se posaron en el que durante mucho tiempo había sido su libro favorito para mirar las estrellas. Se permitió ser un poco débil, y dejar que la nostalgia lo llevará al balcón para usar una vez más su viejo telescopio.

Trató de localizar a su estrella favorita durante algunos minutos, pero la rabia volvió a surgir en su pecho al sentir que estaba cometiendo una traición. Enfadado, cerró el libro de golpe y, decidido a deshacerse de una vez por todas de él, bajó a la cocina, salió por la puerta trasera buscando el contenedor de basura que había sacado para que el recolector se llevará para tirar el libro. Alguno de sus vecinos ya había dejado también sus contenedores pues el recolector no tardaría en pasar aquella noche. Así que realmente no se molestó en revisar en donde arrojarlo.

Lo iba a dejar así, sintiéndose con un peso menos en la espalda, cuando vio con una bolsa negra, de entre el montón de basura, se movió.

Mike se quedó quieto unos segundos mirando la bolsa en cuestión. Esperando que volviera a moverse, pero parecía que solo se trataba de algo que se había acomodado por el peso del libro que había dejado. Estaba a punto de seguir con su camino de regreso a la casa, cuando vio como la bolsa se movía de nuevo.

¡Demonios! — soltó a la nada sospechando que algún imbécil había cometido la infamia de tirar algunos cachorros a la basura.

Como buen amante de los animales que era. Actuó de inmediato, decidiendo ayudar a las pequeñas criaturas. Tenía que ser más de una, pues la bolsa era muy grande.

Se acercó a ella, la abrió con cuidado y al ver su contenido, cayó de nalgas al suelo.

¡¿Qué demonios?! — Mike no podía creerlo. No se trataba de un cachorro. Lo que había en aquella bolsa era una chica.

Una inconsciente, mugrienta y muy malherida, chica.

Se quedó en el suelo, en choque por un par de minutos. Luego, en un movimiento tal vez de lo más estúpido, se acercó a gatas a la chica para revisar un poco. Parecía que aún respiraba. Aunque tenía varios golpes en el rostro, y sangre seca sobre varios de ellos. Bajo un poco más la bolsa para ver la herida que tenía en un costado y de donde brotaba sangre.

¿Señorita? — Mike la llamó esperando que abriera los ojos, pero no obtuvo respuesta. Aventurándose un poco más, la tomó del brazo para moverla, dándose cuenta de que la temperatura de la chica estaba muy baja. Su piel estaba helada.

Se puso de pie sin dejar de mirarla.

¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? — se preguntó nervioso frotándose la frente con la palma de la mano — ¡La policía!

Sacó el celular de su bolsillo y tecleó el número de emergencias, pero antes de que sonara el primer timbre, colgó.

¿Qué iba a decirles? Qué alguien había dejado a una chica malherida en su basura. 

No iban a creerle. 

Además, harían preguntas para las que él no tenía respuesta. 

Caminó un poco de un lado a otro delante de ella, pensando en una mejor solución. Pero no había una solución para esto, tenía que...

Se detuvo al ver el pequeño charco de sangre que se había formado a un lado de la bolsa donde se encontraba la joven, y sin pensarlo mucho, la tomó en brazos, miró alrededor para asegurarse de que nadie lo hubiera visto, y la llevó a la casa para curar sus heridas.

Lena me matará — aseguró Mike antes de cerrar la puerta con el pie.

Don't say GoodbyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora