CAPITULO 14

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PAUL REGRESA EN MITAD DE LA NOCHE. CREO QUE NO ME HE DORMIDO profundamente porque me despierto con el leve murmullo de la conversación en la planta de abajo.

El tono más grave de mi captor se intercala con el tono más femenino de Liet y tengo la firme sospecha de que sé de lo que están hablando.

Me siento en la cama, el corazón me va a mil por hora. Me levanto, me visto deprisa con la ropa del día anterior y corro al baño para refrescarme.

La verdad es que no sé por qué me lavo los dientes ahora, pero lo hago. Quiero estar lo más despierta y preparada posible para lo que Paul decida hacerme, así que me siento en la cama y espero.

Al fin, Paul abre la puerta. Parece más cansado de lo habitual, está ojeroso y tiene barba de dos días, aunque suele estar bien afeitado. Estas imperfecciones no reducen su belleza, sino que lo humanizan un poco y, de alguna manera, realzan su atractivo.

 Estas imperfecciones no reducen su belleza, sino que lo humanizan un poco y, de alguna manera, realzan su atractivo

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—Estás despierta —dice con sorpresa.

—He oído voces —explico y lo miro con recelo.

—Y has decidido saludarme. Qué amable por tu parte, mi gatita.

Sé que se está burlando de mí, por eso, no digo nada, solo lo miro. Me sudan las manos, pero intento parecer calmada.

Se sienta a mi lado en la cama y levanta la mano para tocarme el pelo.

—Mi dulce niña —murmura mientras coge un mechón de pelo y me hace cosquillas en la mejilla—. Qué gatita tan curiosa...

Trago saliva, se me acelera el pulso. ¿Qué me va a hacer?

Se levanta y comienza a desnudarme mientras lo miro, paralizada por una mezcla de miedo y un presentimiento extraño.

Al quitarse la ropa deja al descubierto un cuerpo terriblemente masculino y me recorre entera una ola de deseo que me eleva la temperatura.

Lo deseo. A pesar de lo ocurrido, lo deseo y eso es lo peor de todo.

Seguro que me hará algo horrible y, aun así, lo deseo más de lo que nunca hubiera podido imaginar que se podía desear a alguien.

De perdidos al río.

—¿Le hiciste esto a Chani? —pregunto discretamente—. ¿La retuviste como tu juguete?

Me mira con sus ojos azules y misteriosos.

—¿Estás segura de que quieres saberlo, _______? —Su voz es suave y en apariencia, calmada.

Lo miro fijamente y sorprendentemente atrevida.

—¿Por qué me lo preguntas, Paul? Sí, quiero saberlo. —Mi voz tiene un tono de ironía amarga y me doy cuenta de que mi osadía no es más que una consecuencia de los celos; odio que Chani sea especial para Paul. Pero ni siquiera por conocer el motivo puedo frenarme.

SECUESTRADA (Timotheé Chalamet y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora