CAPITULO 50

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CUANDO SALIMOS del restaurante siento que estoy en el séptimo cielo. La cena de esta noche ha sido lo más parecido que hemos tenido a una cita de verdad y, por primera vez en meses, confío en el futuro.

A lo mejor nunca llegamos a ser «normales», pero eso no quiere decir que no podamos ser felices.

Mientras nos dirigimos hacia la discoteca, me permito fantasear de nuevo con el sueño de que Paul y yo seamos familia.

Ahora parece más real, más sólido. Por primera vez, nos imagino criando juntos a nuestro hijo.

Sería difícil y los guardias nos rodearían constantemente, pero podríamos hacerlo. Podríamos hacerlo.

Viviríamos en la finca casi todo el rato, pero también viajaríamos. Visitaríamos a nuestros padres y amigos . Yo me dedicaría a ser artista y el negocio de Paul estaría al fondo de nuestras vidas, y no en el centro de ellas.

No sería la vida con la que soñaba de pequeña, pero, aun así, sería una buena vida.


—_______, ¡estás preciosa! —exclama antes de volverse hacia Paul—. Y tú también, señor. —Nos dedica una amplia y radiante sonrisa—. Muchas gracias por traerme con vosotros esta noche, me muero por ir a una discoteca de verdad.

—Me alegro de que hayas venido —le digo, sonriente—. Estás impresionante. —Y lo está. Con unos tacones rojos muy extremados y un vestido amarillo corto, que resalta sus curvas, Shishakli está tan atractiva como una modelo.

—¿De verdad lo piensas? —dice, nerviosa—. Me compré este vestido en la ciudad.

Me preocupaba que fuera demasiado.

—Para nada —digo firmemente—. Estás estupenda. Ahora vente, vamos a bailar. —Y cogiéndola del brazo, me dirijo a la entrada de la discoteca, con un Paul divertido siguiendo nuestros pasos.

Hay una cola muy larga de gente esperando para entrar, y eso que el club se encuentra en una parte vieja y con mala fama del centro.

El lugar debe ser incluso más conocido ahora que hace dos años.

Mientras caminamos, los hombres nos miran a Shishakli y a mí, mientras que las mujeres miran a Paul, embobadas.

No culpo a esas mujeres, aunque una parte oscura de mí quiera arrancarles los ojos.

Mi marido se ha arreglado esta noche, lleva una americana a medida, que le realza la figura, unos vaqueros negros de diseño y está tremendo, como una estrella de cine saliendo del estreno de su película. Pero claro, las estrellas del cine no suelen ocultar pistolas y navajas bajo sus elegantes chaquetas... Intento no pensar en eso.

Con una sola palabra de Paul, el portero nos deja pasar y estamos dentro, colándonos a la multitud que espera. Nadie nos pide los documentos de identidad, ni si quiera en la barra donde Paul le invita a Shishakli a una copa. Me pregunto si es porque los hombres de Paul ya avisaron al jefe del club de que vendríamos.

En fin, la verdad es que mola bastante.

Solo son las diez y el club entero está ya botando; lo último de la música pop y dance resuena desde los altavoces. A pesar de no beber alcohol, me siento drogada, como embriagada de la emoción. Me río, agarro a Shishakli y a Paul y los arrastro a la pista de baile, donde ya hay un montón de gente moviéndose, muy cerca los unos de los otros.

Cuando llegamos al centro de la pista, Paul me da una vuelta y me atrae hacia sí, agarrándome por la espalda cuando empezamos a movernos al ritmo de la música.

SECUESTRADA (Timotheé Chalamet y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora