CUANTO PAUL DESAPARECE por la puerta, me encojo en el suelo agarrando la pistola que me ha dado.
Me tiemblan las piernas y la cabeza me da vueltas; me invaden las náuseas por dentro. Siento que mi cordura pende de un hilo.
Saber que Paul va al rescate de Shishakli es lo único que me impide sumirme en la más absoluta histeria.
Inspiro entre escalofríos, me seco las lágrimas de la cara con el dorso de la mano y, al bajar el brazo, una mancha roja llama mi atención.
Es sangre.
Estoy manchada de sangre.
Me quedo quieta mirándola, asqueada y fascinada al mismo tiempo. Tiene que ser del hombre al que Paul mató.
Paul estaba cubierto de sangre cuando me tocó, y ahora tengo los brazos y el pecho manchados de rojo, lo que me recuerda a una de mis pinturas. Por extraño que parezca, la analogía me calma un poco. Cojo otro poco más de aire y levanto la mirada hacia el hombre que yace muerto a unos pocos metros.
Ahora que no me está atacando, observo con sorpresa que lo reconozco.
Es uno de los dos jóvenes con los que Shishakli estuvo bailando. ¿Significa esto que el segundo atacante es el otro hombre? Con el ceño fruncido, trato de recordar los rasgos del segundo hombre, pero no es más que un borrón en mi memoria.
Tampoco recuerdo haber visto nunca al muchacho que guardaba la entrada a esta sala. ¿Estaba con los compañeros de baile de Shishakli? Si así fuera, ¿por qué? Nada de esto tiene sentido. Aun si los tres fueran violadores reincidentes, ¿cómo pensaron que se saldrían con la suya tras una agresión tan brutal como esa en un club?
Lo que está claro es que el móvil del muerto ya no importa.
Sé que está muerto porque su cuerpo ha dejado de retorcerse. Tiene los ojos abiertos, la mandíbula relajada y un hilo de sangre le recorre la mejilla. También me percato de que apesta a muerte... y a sangre, heces y miedo. A medida que el nauseabundo hedor se hace más presente, me alejo del cuerpo arrastrándome unos pocos metros para arrimarme más contra el sofá.
Han asesinado a otro hombre delante de mí. Aguardo a que el horror y el asco me atormenten, pero no sucede.
En su lugar siento una especie de alegría cruel. Visualizo el cuchillo de Paul como en una película, alzándose para volver a hundirse en el costado del hombre una y otra vez, y lo único en lo que pienso es lo contenta que me siento de que esté muerto.
Estoy contenta de que Paul lo haya destripado.
Es extraño, pero esta vez no me molesta mi falta de empatía.
Aún siento sus manos en mi cuerpo, con las uñas que me arañan la piel a medida que me desgarra la ropa. Pudo acorralarme aprovechando que me encontraba aturdida por el golpe que recibí, y aunque luché con todas mis fuerzas, supe que llevaba las de perder. Si Paul no hubiera llegado en aquel momento...
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SECUESTRADA (Timotheé Chalamet y tu)
RomansaNovela adaptada Créditos a quien corrresponda