CAPITULO 17

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CUANDO RECUPERO LA CONSCIENCIA, SOLO SIENTO UNA LIGERA MEJORÍA. TENGO LA cabeza como un bombo y el dolor persistente en el costado no desaparece, aunque es diferente, menos intenso, parece más una molestia.

Por un momento, creo que me he quedado durmiendo sintiéndome mareada y que he soñado todo esto, pero el olor me dice otra cosa. Sin duda, huele a antiséptico, algo que solo se encuentra en consultas y hospitales.

Ese olor implica que estoy viva... y fuera de la isla.

Al pensarlo, se me empieza a acelerar el corazón.

—Se ha despertado —dice una voz femenina para nada familiar con acento inglés que parece dirigirse a alguien más en la habitación.

Oigo pasos y alguien se sienta a mi lado en la cama. Unos dedos cálidos me tocan y me acarician en la mejilla.

—¿Cómo te encuentras, cielo?

Abro los ojos haciendo un esfuerzo, contemplo los rasgos bonitos de Paul.

—Como si me hubieran abierto y cosido después —digo a duras penas.

Tengo la garganta tan seca y molesta que me duele al hablar.

Siento un dolor leve y palpitante en el costado derecho.

—Aquí tienes.

Paul me alarga una taza con un popote.

—Debes estar seca.

Me lo acerca a la cara y obedientemente cierro los labios alrededor de la pajita para absorber un poco de agua.

Tengo la mente un poco difusa y, por un momento, el muro que separa los buenos y los malos recuerdos se desmorona.

Me acuerdo del primer día en la isla, cuando Paul me ofreció una botella de agua y un escalofrío me recorre la espalda. En ese momento, Paul no es el hombre al que amo; vuelve a ser mi enemigo, el que me secuestró, el que me raptó.

—¿Tienes frío? —pregunta, mientras retira la taza.

Después me echa una manta por los hombros.

—Esto... sí, un poco.

«He salido de la isla. Dios, he salido de la isla».

Me da vueltas la cabeza. Me siento como dividida, como si fuera dos personas diferentes: la chica aterrada que insiste en que esta es la oportunidad para escapar y la mujer que ansía que

Paul la toque.

—Te han quitado el apéndice —dice Paul, mientras me aparta un mechón de la frente—. La operación ha ido como la seda y no debería haber ninguna complicación. ¿No es así, Amelia? (Si se llama igual que mi mejor amiga, caso curioso... )

Entonces mira a su izquierda.

—Sí, señor Atreides.

¿Atreides? ¿Es ese su apellido?. Pense que habia sido mentira.

Es la misma voz de antes, giro la cabeza para ver a una mujer joven, delgada y bajita con una bata blanca. Tiene una piel de color marrón claro, con pelo y ojos oscuros, tirando a negros.

Me parece que es de Geidi Prime, aunque no pretendo dármelas de experta en reconocer nacionalidades.

Lo que sí sé es que es la primera persona que he visto en estos quince meses, aparte de Liet y Paul.

«He salido de la isla. Dios, he salido de la isla». Por primera vez desde que me secuestraron, cabe la posibilidad real de escapar.

—¿Dónde estoy? —pregunto, sin quitar los ojos de encima de la enfermera.

SECUESTRADA (Timotheé Chalamet y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora