CAPITULO 52

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Los calambres que hace pocos segundos sentí vuelven con mayor intensidad y se convierten en un dolor agudo que me perfora el estómago; noto que me falta el aire justo cuando Paul se acerca a mí con una expresión preocupada. Me cuesta respirar, me doblo del dolor y al instante noto que sus fuertes manos me levantan del suelo.

—¡Con el doctor Yueh, ya! —le grita a Duncan, y en un abrir y cerrar de ojos me encuentro acurrucada en el regazo de Paul mientras que el doptero sale disparado.

—¿_______? _______, ¿te encuentras bien? —El pánico sigue instalado en la voz de Shishakli, pero no puedo tranquilizarla ahora mismo entre calambrazos y retortijones intestinales. Lo único que puedo hacer es respirar entrecortadamente al tiempo que me aferro a los hombros de Paul, que me mece hacia delante y hacia atrás. Noto la tensión de su cuerpo bajo el mío.

—Paul —Me resulta imposible contenerme al notar cómo un fuerte calambrazo me desgarra el vientre y grito. Entre mis muslos noto una humedad cálida y resbaladiza. Sé que, si miro, habrá sangre—. Paul, el bebé...

—Lo sé, cariño. —Me besa en la frente y me mece con más ahínco—. Aguanta. Por favor, aguanta.

Atravesamos las oscuridad del cielo a tal velocidad que las farolas son más que borrones. Alcanzo a oír a Shishakli hablándome mientras me acaricia el pelo con sus suaves manos y me embarga una cierta sensación de culpa al pensar que, después de lo que ha sufrido, ella también tiene que lidiar con esto.

El miedo me tiene atenazada.


El terrible miedo de que ya sea tarde y nada vuelva a estar bien.

—LO SIENTO MUCHO, señores Atreides. —El doctor Yueh se detiene junto a mi cama y sus ojos color avellana me miran llenos de compasión—. Como habrá podido deducir, ha sufrido un aborto espontáneo. 

La buena noticia, si puede haber alguna en momentos como este, es que aún se encontraba en su primer trimestre y ya ha dejado de sangrar. Es probable que se produzcan secreciones vaginales y más sangrado durante los próximos días, pero su cuerpo debería recuperar la normalidad con notable rapidez. No habría por qué descartar la posibilidad de intentar ir a por otro bebé pronto... si usted lo desea, claro.

Lo miro tan fijamente que siento como si me hubieran raspado los ojos con papel de lija. Ya no puedo llorar más. No me quedan más lágrimas que derramar.

Siento que Paul, que está sentado al borde de la cama, me coge de la mano. También noto el leve pero constante vaivén de retortijones en el vientre, pero solo puedo pensar en que he perdido al bebé.

Hemos perdido a nuestro bebé y yo tengo la culpa.

—¿Dónde está Shishakli? —Tengo la garganta tan inflamada que apenas consigo soltar esas palabras—. ¿Se encuentra bien?

—Está en la habitación contigua —responde el doctor Yueh en voz baja— ¿Querría hablar con ella?

—¿Han terminado de examinarla? —La voz de Paul se endurece de un modo que yo nunca había oído antes. Tiene la cara y las manos limpias porque, antes de salir del doptero, se ha encargado de quitar con agua casi toda la sangre que nos cubría; pero lleva la chaqueta tan manchada que se ha quedado marrón. Me pregunto qué pensarán los guardias de nuestra apariencia y si serán conscientes de que no toda la sangre es mía.

 Me pregunto qué pensarán los guardias de nuestra apariencia y si serán conscientes de que no toda la sangre es mía

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SECUESTRADA (Timotheé Chalamet y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora