CAPITULO 19

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LAS VEINTICUATRO HORAS SIGUIENTES SE DESDIBUJAN EN MI MEMORIA.Después de incorporarme, me siento mareada y desorientada; me duele la cabeza como si todo mi cuerpo fuera un enorme moretón. Oigo un estruendo de fondo y parece como si todo lo que me rodeara me llegara de muy lejos.

Creo que me he desmayado por la explosión, pero no estoy segura. Cuando me recupero lo suficiente para caminar, veo que el fuego que consumió el edificio se ha apagado prácticamente en su totalidad.

Aturdida, subo por la colina de arena y empiezo a buscar entre las ruinas humeantes del almacén. A ratos encuentro cosas que parecen extremidades chamuscadas y, en un par de ocasiones, descubro algún cadáver que parece entero, solo que le falta una cabeza o una pierna.

Soy consciente de lo que encuentro, pero no termino de procesarlas. Me muestro indiferente, como si no estuviera allí en realidad. Nada me afecta. Nada me molesta. La impresión ha amortiguado incluso las molestias físicas.

Me paso horas buscándolo. Cuando paro, el sol está en lo alto del cielo y yo estoy empapada de sudor, Paul me dio una mochila de aspecto extraño, saco el contenido y veo que es un traje muy parecido al que usaba Paul, no pregunto mas y decido colocarmelo, me queda a la perfección y es mas comodo de lo que creí.

No me queda más remedio que enfrentarme a la verdad: no hay supervivientes. Es así y punto.

Debería llorar. Debería gritar. Debería sentir algo. Pero no, nada. Solo estoy atontada y entumecida.

Salgo del almacén y empiezo a caminar. No sé dónde voy y tampoco me importa. Solo soy capaz de poner un pie delante del otro.

Para cuando empieza a anochecer, encuentro un grupo de rocas con vegetación. En un riachuelo que discurre en mitad del asentamiento, veo a un par de mujeres con un trajes iguales al que me acabo de poner.

Sus caras de asombro son lo último que recuerdo antes de desmayarme a unos metros de ellas.

Sus caras de asombro son lo último que recuerdo antes de desmayarme a unos metros de ellas

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—SEÑORITA ­­­­_______,

Levanto la vista y me fijo en el hombre regordete de mediana edad que está junto a mi cama.

Para nada es como me había imaginado a un agente de Caladan. Tiene la cara redonda, casi angelical, con mejillas rosadas y unos vivarachos ojos azules. Si el agente Skylard llevara un gorrito rojo y tuviera una barba blanca, seguro que sería un gran Papá Noel. Por contra, su compañero, el agente Fawkes, es delgado como un palillo y tiene la cara delgada.

Llevo dos días recuperándome en un hospital . Al parecer, una de las mujeres que vi en Arrakis avisó a las autoridades de Caladan sobre la chica que había aparecido cerca de la Sietch, nombre tan extraño que jamas habia oido.

Recuerdo muy vagamente que me interrogaron, pero dudo que me expresara con claridad entonces.

—Sus padres vienen de camino —dice el agente Fawkes al ver que sigo mirándolos sin mediar palabra—. Su vuelo aterriza dentro de unas horas.

SECUESTRADA (Timotheé Chalamet y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora