CAPITULO 20

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Tom y yo tenemos una historia complicada. Seguramente solo quería cerrar el tema de algún modo.

La idea de salir con Tom o con cualquier otro me resulta extraña y ajena. Aún pertenezco a Paul y pensar en que otro hombre me toque me pone nerviosa, aunque no sé bien por qué.

LAS SEMANAS SIGUIENTES DISCURREN A PASO DE CARACOL. VIVO AL DÍA, NO PIENSOen el futuro.

Cada mañana escribo una lista de tareas que quiero hacer ese día y me ciño a ella, por muchas ganas que tenga de meterme en la cama y no volver a salir.

La mayor parte del tiempo, mis listas incluyen actividades cotidianas como comer, correr, trabajar, ir al supermercado y llamar a mis padres.

De vez en cuando añado otros proyectos más ambiciosos, como matricularme para el segundo semestre de la universidad.

También me apunto a clases de tiro. Para mi sorpresa, se me da bastante bien manejar un arma. Mi instructor dice que soy una tiradora nata, y empiezo a investigar en lo que tengo que hacer para conseguir una licencia de armas en Illinois.

Además, voy a clases de defensa personal y empiezo con los movimientos básicos para defenderme. Nunca podré ganar contra alguien como Paul y los hombres que nos cogieron a Liet y a mí, pero saber luchar y disparar me hace sentir mejor, como si tuviera un mayor control de mi vida.

Entre todas esas actividades, mi trabajo y mis cuadros, estoy demasiado ocupada para socializar, pero me basta con eso. No estoy de humor para hacer nuevos amigos, y los viejos están lejos.

Tom es lo bastante listo para saber que no le depararía nada bueno salir con alguien como yo; alguien que, a efectos prácticos, seguía cautiva de Paul.

Sueño con él casi cada noche. Como un íncubo, mi captor viene a mí en la oscuridad, cuando soy más vulnerable. Invade mi mente de forma tan despiadada como hacía con mi cuerpo.

Cuando no estoy reviviendo su muerte, mis sueños son de una sexualidad inquietante. Sueño con su boca, su pene, sus manos. Están por todos sitios; las tengo encima y dentro de mí. Sueño con su sonrisa arrebatadora y con cómo me abrazaba y me acariciaba.

Con cómo me torturaba hasta que me olvidaba de todo y me perdía en él.

Sueño con él... y me despierto mojada y consumida por el deseo; me siento vacía y anhelo su posesión.

Como una adicta con el mono, muero por un chute, por algo que consiga hacerme olvidar estas ganas.

No estoy lista para salir con nadie, pero a mi cuerpo le da igual. Al final, cedo.

Me visto con esmero, cojo mi carnet falso y me acerco a un bar de la zona.

LOS HOMBRES REVOLOTEAN A MI ALREDEDOR COMO MOSCAS. ES FÁCIL, FACILÍSIMO.

Una chica sola en un bar... no necesitan más. Como lobos a la carnaza, notan mi desesperación, notan las ganas que tengo esta noche de una cama que no esté fría y vacía.

Dejo que uno me invite a algo. Un chupito de vodka, uno de tequila... Cuando me pregunta si quiero salir de allí, todo se vuelve borroso a mi alrededor. Asiento y dejo que me lleve hasta su coche.

Es un treintañero apuesto de pelo rubio y ojos de un gris azulado. No es particularmente alto, pero tiene buen cuerpo. Es abogado, me cuenta mientras nos lleva a un motel cercano.

Cierro los ojos mientras sigue hablando. Me da igual quién sea o a qué se dedique. Solo quiero que me folle, que llene ese vacío que siento en mi interior. Que disipe ese frío que me cala hasta los huesos.

SECUESTRADA (Timotheé Chalamet y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora