✡ CCIII

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Capítulo 203: Fortaleza

Raidel sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal al ver cómo la gigantesca bestia llenaba de aire sus pulmones. Solamente el muchacho sabía el peligro mortal que aquello significaba, puesto que ya había visto a un dragón inhalar grandes cantidades de aire en una ocasión en el pasado... y recordaba muy bien los desastrosos resultados.

—¡RETROCEDAN! —les gritó a sus compañeros con una voz cargada de urgencia—. ¡Corran! ¡Ahora! 

A pesar de no entender el motivo de sus palabras, Fran, Keila y Alisa rompieron filas y retrocedieron unos veinte metros de manera instintiva, casi automática, como si hubieran sido empujados por el grito de Raidel. 

El muchacho, por su parte, se mantuvo firme y no se movió de su posición. Alzó ambos brazos, uno a cada lado de su cuerpo, como si quisiera recibir de lleno el ataque enemigo. Parecía que tenía planeado sacrificarse para proteger a sus camaradas…

—Mocoso demente —murmuró Alisa con un considerable grado de indignación en el rostro—. ¿Pretende “protegernos”? ¿Quién le ha dado ese derecho? Alguien como él ni siquiera debería ser capaz de proteger a su madre. —Empezó a caminar lentamente hacia Raidel—. Es tan tonto que incluso da pena dejarlo allí solo.

Con el rostro inexpresivo, Keila soltó las empuñaduras mágicas que estaba sosteniendo y agarró el hombro de Alisa para detenerla. 

La rubia dio media vuelta, bastante sorprendida de la reacción de su compañera. ¿Acaso Keila no tenía planeado intervenir? ¿Iba a dejar morir al muchacho en semejantes circunstancias? Eso no tenía ningún sentido viniendo de una persona como Keila.

Entonces Alisa vio que ella tenía la mirada fija en el dragón… Keila debió haber notado algo que ella no… 

—¡Al suelo! —exclamó Fran de manera repentina. Su tono de voz era tan exigente que parecía que había emitido una orden. 

En cuanto esas palabras salieron de su boca, Alisa supo que el ataque enemigo estaba a punto de llegar... Y no debía ser cualquier ataque, sino uno grande; uno gigantesco.

Mientras Fran y Alisa se arrojaban al suelo, Keila colocó las palmas de sus manos sobre la tierra, lo que hizo que una enorme fortificación circular de tierra sólida de cinco metros de largo y medio metro de grosor se alzara alrededor de ellos casi al mismo tiempo en que la enorme bestia escupía un salvaje torrente de fuego anaranjado, el cual resultó increíblemente profuso. Inundó el bosque a medio kilómetro a la redonda en apenas unos segundos y con gran facilidad. En un parpadeo, todos los árboles a su alrededor estaban en llamas, incendiándose de arriba a abajo. Había tanto fuego que parecía que las llamas habían estado esparciéndose en aquella selva por varias horas, pero no pasaron horas, sino solamente unos pocos segundos. Aquel era el poder de la bestia dorada.

Raidel había pretendido usar su propio cuerpo como escudo y así proteger a sus compañeros, pero no contó con que el dragón fuera capaz de escupir una densa llamarada de fuego puro de varios cientos de metros de longitud...

Querer cubrir semejante ataque con su propio cuerpo había sido como querer cubrir el sol con un dedo.

Después de que la oleada de fuego impactara contra el muchacho y pasara inevitablemente a través de él, tal y como un gigantesco tsunami pasa a través de una persona, el fuego siguió con su recorrido, alcanzando cientos de árboles, plantas, arbustos y, por supuesto, la pequeña fortaleza que había creado Keila.

La muralla de tierra pareció estremecerse al entrar en contacto con la mortífera profusión de fuego, la cual envolvió a la fortificación entera en un incandescente abrazo letal.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 3: El Torneo de las Mil EscuelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora