✡ CCXCIX

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Capítulo 299: Urlendor

Había pasado una larga semana desde que Raidel se despidió de los borrachos. Y luego los compañeros habían ido a visitar un reino llamado Urlendor. 

Fueron unos días tranquilos y apacibles, sobre todo porque era la primera vez en varios años que no tenían que ocultarse de nadie, ni escapar de nadie, así que podían explorar todo el reino sin temor a que alguien los reconociera. 

 Y por fin tomaron el merecido descanso que necesitaban. La primera noche alquilaron unas habitaciones y cada cual tomó una ducha de dos horas. Luego Raidel durmió como un muerto, resucitando a media mañana del día siguiente. La tarde y noche la invierteron en explorar Urlendor. Raidel vio para su sorpresa que aquel era un reino tan grande y refinado como Restland, con edificaciones soberbias, gente vistiendo ropajes ostentosos, y toda una gama de objetos mágicos peculiares como mochilas propulsoras u osos de peluche recogedores de basura.

La comida de aquel lugar era exquisita, las habitaciones de hotel limpias y espaciosas, y las atracciones turísticas fascinantes. Raidel y los demás visitaron la Plaza Central. Luego dieron una vuelta por la Escuela de Artes Marciales más prestigiosa del reino y finalmente pasaron por el Distrito de la Seda, en cuyo centro podía apreciarse una gran colina, sobre la cual se alzaba el Palacio Real, imponente y monstruoso en tamaño, con torres que apuntaban al cielo como los dedos de un dios muerto. 

Lo único que no le agradaba a Raidel era que debía moverse con ese cuerpo rollizo y grasiento, pero tenía la impresión de que sus habilidades seguían siendo las mismas. 

—Tómate como un entrenamiento —le dijo Khumar al segundo día—. Cuando vuelvas a tu aspecto original, te va resultar más fácil moverte... y luchar. 

Fue la semana más tranquila y apacible que Raidel recordaba haber tenido desde hacía años. De día salían de excursión por el reino, comían como cerdos, y de noche regresaban al hotel, se sentaban en posición de meditación y practicaban su control con el Xen. 

La verdad es que a Raidel no le habría importado llevar ese estilo de vida por unos cuantos años más... 

Eran las once de la mañana y, como era habitual desde que llegaron a Urlendor, Raidel seguía durmiendo con unas gruesas mantas acolchadas sobre su cabeza. Y habría seguido durmiendo, pero sus ojos se abrieron bruscamente al escuchar que alguien tocaba su puerta. 

El muchacho pensó que debía tratarse del osito de la limpieza, así que balbuceó que regresara en dos horas y volvió a cerrar los ojos. Su cama era tan suave que parecía estar durmiendo sobre nubes... Era tan apacible... 

—¡Levántate de una vez y ven aquí, jodido holgazán! —rezongó una voz dentro de su mente. 

Raidel soltó un bostezo y se incorporó despacio, con lagañas en los ojos. Estiró los músculos de sus brazos y caminó hacia la puerta. Al abrirla vio que al otro lado estaba Keila. Iba vestida con una pijama rosa, lo que revelaba que también acababa de despertarse. 

—Es Khumar —explicó ella—. Ha salido de su agujero, digo guarida, y quiere vernos a los cuatro. 

—Ya casi había olvidado que esa bestia puede salir por sí mismo —dijo Raidel con un bostezo.

Keila y él caminaron por el pasillo hacia sala común, en dónde los cuatro compañeros siempre se encontraban cuando se despertaban y dónde practicaban la meditación todas las noches. 

Allí los estaba esperando un pequeño peluchito dorado en forma de dragón, el cual estaba de pie, sobre la mesa.

—Así que además de osos de la limpieza, también hay dragones de la limpieza, ¿eh? —dijo Raidel que aún no había acabado de despertarse del todo—. Es la primera vez que veo uno de estos... Ah, miren, incluso parece algo enfadado. Tiene un ceño fruncido en la cara —se rió. 

✡ Guerra de Dioses y Demonios 3: El Torneo de las Mil EscuelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora