✡ CCXC

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Capítulo 290: Primeros Encuentros

Parecía un reino fantasma, como si hubiera estado abandonado desde hacía años. El silencio era absoluto, solo roto por el ligero roce de sus botas impactando contra el suelo de piedra. Una suave ráfaga soplaba por el lugar, y Raidel no lograba ver ni una rata por los alrededores.

—Estando así, tan vacío, parece un reino completamente diferente —comentó Raidel, sin dejar de correr—. Antes estaba lleno de vida y bullicio, con multitudes moviéndose por todas partes…

Pero al pasar junto a un gran edificio hacia la siguiente avenida, las multitudes volvieron de golpe. Eran veinte o veinticinco soldados, que estaban de espaldas, agrupados en dos filas perfectamente alineadas. Frente a ellos un hombre veterano con una cicatriz en el rostro les estaba gritando indicaciones a sus soldados. Sin embargo, todos se voltearon de golpe al escuchar movimiento detrás de ellos. Sus rostros se retorcieron de incredulidad y horror al ver a los forasteros. Evidentemente no los estaban esperando.

Por un momento, los soldados se quedaron en blanco y no supieron cómo reaccionar. Apenas fue un instante, pero eso fue suficiente para que Raidel y los demás tomaran la delantera.

El muchacho recubrió su cuerpo bajo una crepitante columna de fuego. Las llamas eran tan brillantes que, de manera voluntaria o involuntaria, atrajo por completo las miradas de todos los soldados.

Pero esa solo era una distracción.

Mientras aquello ocurría, Keila hizo un rápido movimiento de manos. Sus palmas chocaron contra el suelo, y una prisión de tierra se alzó del piso, encerrando a todos los soldados dentro. La prisión era enorme, lo suficientemente grande como para abarcar a los veinticinco soldados. Su tamaño era comparable al de una casa entera. Pero lo sorprendente no era eso, sino el grosor de sus muros y la dureza con la que estaban hechos.

Casi de manera instantánea se escucharon toda clase de sonidos dentro de la prisión de tierra: rugidos, estruendos, explosiones… Los veinticinco soldados estaban usando su Rem o Magia en un intento por destruir los gruesos muros, pero era en vano. Ni siquiera eran capaces de abrir un pequeño agujero.

—Increíble… —murmuró Fran con una expresión de sorpresa y los ojos iluminados—. Vaya que has mejorado mucho con tu Rem, Keily.

Ella esbozó una pequeña sonrisa. Desde que ambos empezaron a salir, Fran la llamaba cariñosamente "Keily".  Eso siempre le daba cierta gracia a Keila… incluso ahora.

Ella se puso lentamente de pie, pero había usado tanta energía de golpe en crear aquella poderosa prisión que sus piernas flaquearon por un segundo y estuvo a punto de caer al suelo, pero Fran, rápido como una serpiente, la tomó entre sus brazos.

Alisa les quedó mirando con una ceja alzada. Ella no sabía qué se traían esos dos entre manos, pero últimamente estaban actuando algo… raro. 

Pero aún con todo, hasta Alisa admitía que era una gran hazaña crear una prisión lo suficientemente resistente como para dejar atrapados a más de veinte guerreros capaces de controlar el Rem.

La prisión de tierra temblaba descontroladamente ante los numerosos ataques enemigos, y ya empezaban a ser visibles las primeras grietas en los muros.

—Vamos, ¿qué esperan? A este paso, la prisión no resistirá más de veinte o treinta segundos —dijo Keila, y empezó a correr a grandes zancadas para alejarse del lugar. Su pelo negro como el carbón ondeaba tras su espalda.

Raidel y los demás la siguieron.

Cruzaron varias calles, todas desiertas, y continuaron corriendo.

A pesar de que se estaban moviendo a gran velocidad, ninguno de ellos estaba agitado. El brutal entrenamiento de Khumar había servido para algo después de todo. Los había puesto en una cindición física envidiable. Ni siquiera Keila, que había acabado de emplear una gran cantidad de energía para crear la prisión de tierra, parecía particularmente cansada. Se había recuperado bastante rápido.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 3: El Torneo de las Mil EscuelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora