✡ CCCVI

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Capítulo 306: Tiempo Límite

El campo de batalla estaba lleno de los gruñidos y forcejeos de ambos luchadores. 

—¡Maldición! —gruñó Raidel. Su cabello rojo se puso más rojo todavía por la sangre. Tenía cortes en todo el cuerpo. Y el dolor era atroz. Pero en sus planes no estaba rendirse. Sabía que su oponente estaba igual o más herida que él, y eso le impulsaba a seguir luchando. 

Armado con dos espadas de fuego, el muchacho volvió a lanzarse al ataque en una explosión de fuerza y velocidad, blandiendo aquellas ardientes armas contra su rival. 

Las espadas crepitaron en el aire, pero solo lograron impactar contra la nada.

—¡No huyas, cobarde! —dijo Raidel, lanzándose al ataque. 

—No es huir. Se llama estrategia —dijo ella, dando una voltereta en el aire y apuñalando la espalda de Raidel con su propia arma. 

La sangre salió de la herida a chorros, pero eso era precisamente lo que el muchacho estaba buscando desde el principio. Raidel dejó que ella se acercara a él y lo golpeara.

Al atacar, ella había descuidado su defensa, por lo que Raidel aprovechó esa ventaja para lanzar un rápido tajo a su cabeza. 

Ella logró moverse a último momento para evitar que su cabeza quedara carbonizada como un árbol en un incendio forestal, pero no fue lo suficientemente rápida para esquivar el golpe del todo. 

La espada de fuego cortó la armadura de la mujer y le produjo graves quemaduras en la piel. Ella rugió de dolor y retrocedió, tambaleante. 

—¿A eso llamas estrategia? —se burló Raidel, lanzándose al ataque con sus espadas en lo alto—. Eres predecible, mujer. ¡Ya sabía que harías eso desde el principio! Lo mío sí que se puede llamar estrateg...

Pero sus palabras de interrumpieron al ver como ella lograba penetrar su defensa con una facilidad tremenda. Su lanza se hundió en las costillas de Raidel, haciendo que él se sacudiera del dolor y escupiera una bocanada de sangre. Contraatacó rápidamente con su espada de fuego. 

La batalla continuó durante diez minutos más; diez minutos en los que ellos dieron todo lo que tenían en una devastadora batalla a muerte. Las heridas de ambos continuaron aumentando en número y gravedad hasta apenas permitirles moverse libremente.

«Mierda, si esto continúa así, en verdad voy a morir —pensó Raidel, desesperado. Sabía que debía pasar a acciones drásticas si quería ganar. Debía buscar asestar un golpe mortal. Solo así podría ganar la batalla. 

Enseguida encontró una fisura en la defensa de su herida rival, y se lanzó al ataque. Arrojó una rápida estocada. Pero la espada de fuego se detuvo, paralizada, a cinco centímetros del rostro de la mujer. 

Resultaba que ella había logrado golpear primero a Raidel. 

La lanza se hundió en la garganta de Raidel, y él cayó de rodillas al suelo, haciendo vanos esfuerzos por intentar respirar. Ya no había nada que hacer con una lanza atravesando su cuello. Tenía la garganta completamente destrozada. Borbotones de sangre surgieron por su boca y por su cuello, desparramándose hacia todas las direcciones. 

Raidel, siendo el tonto obstinado que era, aún quería seguir luchando. Intentó sacarse la lanza de hielo que tenía incrustada en el cuello. Y en esa posición, sus ojos se fueron apagando poco a poco.

Raidel murió.

La conciencia del muchacho salió expulsada bruscamente del Rincón Brumoso. Raidel tosió y se llevó las manos garganta para comprobar que realmente no tuviera una herida mortal en el cuello. A su lado, Alisa lo miraba con una sonrisa burlona.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 3: El Torneo de las Mil EscuelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora