𝐓 𝐑 𝐄 𝐈 𝐍 𝐓 𝐀 𝐘 𝐂 𝐈 𝐍 𝐂 𝐎

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Veintinueve de octubre 2019
Lugar desconocido


Jeongin se esconde tras un arbusto mientras tiembla, pero ya no sabe si es del frío que cala sus pocas ropas y por la humedad de la tierra que se cuela entre los dedos de sus pies, o es porque teme recibir otro castigo si no calcula sus posteriores movimientos correctamente.

Su vista se ha clavado en una pequeña liebre, probablemente sea una cría, anda sola y está paseándose y oliendo el pasto de forma tranquila. Por el contrario, él tiene la mirada de alguien fija en su nuca, observando todos sus movimientos. Aunque Jeongin no puede verle, sabe que está ahí, sabe que Minho está vigilando lo que hace y espera que lo haga bien.

Lo ha estado entrenando, primero con cazar a animales pequeños con sus propias manos. El siguiente paso no quiere que llegue nunca, porque resulta ser acabar con ese animal. Minho le dijo algo de ser cazador antes que una presa en este mundo, más o menos. Recuerda con vaguedad sus palabras.

Yang nunca ha sido un chico atlético, nunca le han gustado los deportes y vivía estupendamente siendo el vago que era. Sin embargo, eso le estaba jugando una mala pasada en estos momentos. No es capaz de que sus piernas corran lo suficiente como para coger a un animal salvaje y tropieza con sus piernas huesudas hasta que se llena de barro y suciedad.

Luego, como siempre, Minho aparece tras él, diciéndole que es una miseria, que no sirve para nada y que si sigue así no tendrá más remedio que comérselo. Y cada vez se le hace más difícil ponerse a la altura de cualquier alimaña, porque los golpes de Minho lo dejan demasiado débil.

Esta vez lo tiene que hacer bien, tiene que cazar a esa liebre como sea, se dice a sí mismo con la motivación de no recibir un castigo después. Así que se ve decidido cuando sale del arbusto y corre en dirección a la liebre. Esta se asusta por el rápido movimiento, pero no le da tiempo a escapar cuando Jeongin se ha abalanzado sobre ella, agarrándola entre sus manos y pegándola a su pecho para que deje de resistirse.

De rodillas en el suelo y con el animal en sus manos, sonríe y casi llora de felicidad porque ha conseguido algo que llevaba semanas intentando. Escucha unos pasos tras su espalda y sabe que es el peli morado, así que se levanta a trompicones y se gira mostrando su trofeo. Puede ver, más atrás, a Jisung apoyado en un árbol, viendo el espectáculo.

Una sonrisa llena de lágrimas ilumina el rostro de Jeongin. Minho también sonríe un poco.

— Mira —está a punto de llamarle amo hasta que llega a pensarlo unos segundos más y su sonrisa pierde brillo—, lo he hecho. ¿Estás contento?

No es que quiera buscar la aprobación de Minho, pero... ¿por qué se decepciona cuando ve su cabeza moverse de lado a lado, negando?

— ¿Po-por qué? —tartamudeó el menor.

— Ahora tienes que matarlo.

— ¿Qué?

— Mátalo, zorrito.

Observa al animal en sus brazos, está tenso y Jeongin también, tiene que aplicar algo de fuerza para que no se le escape y nota la respiración errática de la liebre. Sus ojos están más abiertos de lo normal, está asustado. Es un animal con miedo e indefenso, como él. Jeongin se ve reflejado en esos ojos asustados y no puede evitar llorar y negar con la cabeza.

Nunca había llorado con tanta intensidad desde que estaba en ese lugar. Sus manos aferraban al animal junto a él y balbuceaba cosas sin sentido. No quería hacerlo, amaba a los seres por encima de todo.

— No puedo —lloriqueó dando unos pasos hacia atrás.

— Hazlo —amenazó Minho con una dura mirada.

— ¡N-no puedo! ¡No puedo hacerlo! —solloza desgarrandose la garganta y se encoge por el dolor en su pecho.

Le toma por sorpresa que alguien lo empuje con excesiva fuerza y rabia, tirándolo al suelo y quitándole a la liebre. Cuando abre los ojos, es Jisung quien lo mira furioso y el animal chillando porque le está clavando los dedos y haciéndole daño.

— ¡Para, le haces daño!

Pero eso enfureció más a Han, quien con su otra mano cogió la cabeza del peludo y entré chillidos de este y lloros de Jeongin, acabó por decapitarlo frente a sus ojos. Del impacto su rostro se llenó de sangre, al igual que el de Jisung. Después tiró lo que quedaba a sus pies y vio las vísceras y sangre demasiado cerca de él. Jeongin palideció y vomitó a un costado sin poder evitarlo.

Jisung escupe, literalmente, en el suelo y camina para irse a la cabaña, pasando por al lado de Minho, quien ha permanecido quieto en su sitio mirando la escena.

— No sé por qué no lo matas de una buena vez —dijo parándose a su lado—. ¿Por qué sigue estando aquí? Es débil, no puede ni matar a un puto animal —bufó buscando la mirada de su líder, más este seguía mirando a Jeongin en ese estado deprorable, llorando hecho un ovillo con restos de vómito a su alrededor—. No te reconozco, Minho.











En el siguiente capítulo hay un salto en el tiempo hacia atrás :)

𝐂𝐀𝐍𝐍𝐈𝐁𝐀𝐋 ━━ 𝐒𝐊𝐙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora