3. En la plaza de Flamestown

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—Tía por favor... que es el segundo día que estoy aquí, ¿Podrías al menos tenerme un poco de compasión?— Preguntó Adam, indignado

—Hay muchas tiendas en la plaza del pueblo, seguro que encuentras algún trabajo ahí, no creas que pienso mantener a un nini así seas hijo de mi hermana, ¡NINI!

—Está bien... ¡Tu ganas tía! Solo... solo no me vuelvas a llamar de esa manera, por favor...

—Sí, te lo prometo, que soy una mujer de palabra, niño

—Está bien... pero si no encuentro nada... ¿Qué hago?

—¡Esa es la mejor parte! ¡Si no encuentras nada, no te dejaré entrar a la casa! Tienes antes de las 12 para encontrar algún empleo, o si no... ¡Te estaré esperando con tus cosas ya listas! Ahora vete y no me des más problemas, que tu tía tiene que ver la telenovela de las mañanas— Concluyó la Delphox, Adam pudo escuchar el sonido de sus pasos al alejarse de la puerta

—Mierda...— Suspiró Adam— Bien... no es un pueblo muy grande que digamos, pero supongo que algo tiene para ofrecerme, quizá incluso pueda conocer alguna chica o... ¿Qué mierda estoy pensando?

"Sin estudios ni trabajo" "Eres un nini" "¿En serio te echaron de casa?" "¿No tienes a alguien más con quien quedarte?" "Eres un inmaduro" todas esas palabras se las habían dicho tantas veces que ya había perdido la cuenta. 

Sin embargo el que Aquella Delphox se lo haya dicho tan claramente le resultaba extrañamente hiriente, después de todo era el único otro familiar que había podido conocer hasta ahora. 

Quizá su madre nunca lo había llevado con esta, pero desde una edad muy temprana sabía perfectamente el lugar en donde ella vivía por los boletos de tren que encontraba en la habitación de su madre. 

Por lo que una vez ya en el pueblo solo bastó con preguntar por una Delphox de quizá unos 30, y... solamente eso, básicamente era la única pista que tenía, sin embargo aquel Typhlosion de la estación del tren al que preguntó parecía saber que se estaba refiriendo a ella en todo momento.

El problema era lo que esta le estaba pidiendo. Lo cierto era que odiaba el seguir ordenes, se sentía ridículo e inferior, y muchas veces había sido despedido de innumerables trabajos por pelear con algún cliente o el jefe por cosas que el mismo había ocasionado. 

El pensar que podría encontrar a alguna chica ya lo había olvidado hace algunos meses, tras haberse dado cuenta de que sus relaciones duraban un máximo de dos meses antes de que él lo arruinase por completo. 

La última terminó de manera especialmente mala, al darse cuenta de que su novia lo estaba engañando con alguien y esta ni siquiera se inmutó cuando él le reclamó por esto. No la podía culpar, era un desastre, alguien que ni siquiera podía mantener un trabajo por más de una semana o tenía algo que ofrecer más allá de una mediana habilidad para la cocina.

—Joder... esto va a ser muy duro. No puedo creer que mi tía sea igual o quizá peor que mi madre, después de todo son hermanas, pero ella tiene un aire diferente. Ella... parece ser de esas mujeres que parecen esperar que los hombres le hagan caso en todo, con esa mirada llena de determinación. Ayer sin embargo... parecía tan débil y derrotada, su hija... claro. Esto va a ser una completa mierda...— Se lamentaba, al mismo tiempo que se dedicaba a examinar el pueblo.

Era un pueblo de tamaño mediano, quizá uno de 5,000 habitantes como mucho y parecía ser de esos en donde todos se conocían y los rumores se esparcían como la pólvora. Por lo que quizá no había sido muy inteligente el venir en primer lugar, como le había dicho su tía.

Sin embargo, sentía que el aire que respiraba era mucho más puro que el de la ciudad, y las casas con un estilo mucho más pueblerino que la de las grandes metrópolis parecían ser de esos que solo existían en los fondos de calendarios u ordenadores de sobremesa.

El sobrino de la Delphox cuya hija se quitó la life.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora