35. ¿Se te ha perdido algo...?

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Adam se despertó por la mañana con lo que probablemente era uno de los mayores dolores de cabeza en la historia de los Incineroars. Al abrir los ojos, se encontró con una enorme venda que cubría su frente. Y al intentar mover las manos hacia ella, no tardó en darse cuenta de donde era que provenía ese dolor, al menos en gran parte. Con cuidado, palpó la venda y notó un bulto que al tocarlo solo le causaba más de aquel punzante dolor. 

—Dios... mi cabeza— Murmuró mientras se tambaleaba camino al baño.

Una extraña sensación de haber dormido por mucho tiempo lo invadió mientras observaba el desastre que era en el espejo. Aunque su pelaje lucía cuidado a simple vista, al pasar la mano por él notaba los montones de heridas aún cicatrizando y nuevos bultos dolorosos que estaba seguro eran chichones y moratones.

No pasó mucho tiempo antes de que su estómago comenzara a retorcerse por un hambre brutal que pocas veces había experimentado. Rápidamente se cepilló los dientes y bajó las escaleras para como era ya costumbre, encontrarse con un delicioso desayuno preparado por su tía.

Esta vez en cambio la encontró de espaldas en la cocina, con la sartén sobre el fuego. Con pasos suaves comenzó a caminar en dirección a ella con intenciones de sorprenderla.

—Buenos días, tía...— Saludó con gran entusiasmo, abrazándola tiernamente por detrás.

Sin embargo, ella no reaccionó en lo absoluto, algo que no pasó desapercibido para él. Un escalofrío recorrió su adolorida espalda mientras se daba cuenta de que algo no estaba bien.

—Ve a esperar a la mesa...— Susurró ella en un hilo de voz

Adam no tardó en notar el dolor y la típica ruptura en la voz de su tía, previa a llorar, lo que hizo que se alarmara.

—T-¿Tía...?—Preguntó Adam intentando poner una mano sobre su hombro

—Solo ve a la mesa, niño...— Se limitó a responder sin voltearse

—Tía, si ocurre algo sabes-

Trataba de decir el felino, pero la voz cargada de emoción de su tía lo interrumpió.

—NIÑO, ¡SABES QUE NO ME GUSTA REPETIR MÁS DE UNA VEZ LAS COSAS!— Respondió finalmente dándose la vuelta ya entre lágrimas

Adam solo se vio obligado a ir a la mesa sin decir nada más. Después de unos segundos de haberse resignado, estaba absorto en la en extremo fascinante estructura del salero, intentando contar cuántos granos era que tenía dentro al mismo tiempo que escuchaba con suma atención el sonido de los huevos al ser freídos en la sartén. No pasó mucho tiempo antes de que otro sonido se sumara de improviso. Unos toques sin ritmo en la puerta se escuchaban de forma modesta y reservada, casi aburridos. 

Adam intentó adivinar de quien se podía tratar, pero después de unos segundos de meditarlo cayó en cuenta de que no era ninguno que haya escuchado antes. Ninguno perteneciente de entre los pocos, muy contados, y específicos personajes que conocía del pueblo. Por lo que simplemente decidió levantarse de su asiento y abrir la puerta para poder resolver el en extremo interesante misterio que se había presentado ante el.

 Por lo que simplemente decidió levantarse de su asiento y abrir la puerta para poder resolver el en extremo interesante misterio que se había presentado ante el

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El sobrino de la Delphox cuya hija se quitó la life.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora