31. Fuego Azul

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La joven Delphox estaba de pie, sus manos permanecían firmes mientras el frio viento hacía ondear el oscuro vestido que llevaba. Su rostro no reflejaba alguna emoción, pero su postura rígida y su total atención por las palabras talladas en aquella pulcra piedra hacían pensar que tenia sentimientos profundos dentro de si. 

 —"Benjamin Magne"— Tenía escrito— "amado padre, marido y tío"

Su enrevesada mente aun no daba crédito al recordar como hasta hace unos pocos días se encontraba el la cocina del acogedor apartamento, agitando la cuchara dentro de aquella taza, apunto de llevársela a su estudio. A medida que la memoria se desvanecía, sus ojos, que hasta ese momento se habían mantenido inexpresivos, parecieron reaccionar ligeramente, como si la imagen del recuerdo hubiera despertado algo en su interior.

—"Mamá, tengo hambre..."— Pareció oír detrás suyo, ignorando el comentario sin embargo 

Aquella fatídica mañana el teléfono sonó y la noticia se le fue dada de manera directa y sin adornos. La voz de su hermana del otro lado de la línea temblaba, al escucharla Susan permaneció inmóvil por unos segundos antes de romperse por completo. Cuando la llamada terminó ella quedó destrozada, al igual que el teléfono bajo sus pies. 

Los días pasaron y lo que quedaba del cuerpo se le fue entregado. Estaba dentro de una caja negra, sellada y etiquetada con cuidado. No la abrió ¿Por qué lo haría? Tampoco lloró, en su lugar, permaneció allí, sin decir una palabra, observándola con un inexpresivo rostro.

—"Mamá... esto es muy aburrido, ya vámonos a casa"— Dijo el Litten una vez más, su madre pareció reaccionar esta vez, aunque no supo como, mas bien no quiso saber como. 

No hubo la intención de conseguir un ataúd costoso, ya que eso se decía en la carta que le entregó el abogado; que gastara lo que le había dejado en algo que pudiese asegurarle un futuro, si es posible que vendiera la casa  y el piso, que tratase de encontrar uno mas sustentable. La tierra aún se encontraba fresca, por un momento se preguntó cuanto tardarían las plantas en crecer. Se imaginó cómo el césped y las flores florecerían con el tiempo, creando un hermoso jardín en ese lugar de descanso final.

—"Mamá... ya no hay nadie aquí, solo estamos nosotros, aburre, aburre..."

Se recordaba a si misma, sentada en uno de los últimos asientos de la sala de clases, mirándolo con los ojos brillando y una imborrable sonrisa en su rostro. Podía sentir su corazón latiendo fuertemente mientras seguía cada palabra que salía de su boca, perdiéndose en cada aspecto, tema o información que daba, solamente pudiendo escuchar el sonido de su voz y sonrojándose con cada mirada ocasional que este le lanzaba. Las memorias frenaron bruscamente al recordar esto último, haciendo que el sonido de la lluvia sobre la piedra de la lápida la transportara a su funesta realidad.

—"Mamá... por favor, ¿Por lo menos me das mas café?"

"Café" Esa palabra resonó en su mente, como un eco profundo e interminable. Si tan solo no le hubiese llevado ese café y se hubiese dormido en vez de esperarle. Sus parpados finalmente se rindieron, y lágrimas comenzaron a salir de sus ojos tras pensar en aquel posible escenario. Quizá, en alguna vida lejana y perdida en algún lugar del infinito cosmos, el aún se encontraba junto a ella, acariciando su vientre y besándola con ternura, esperando a ser felices junto a la nueva vida que se formaba dentro suyo.

—"Mamá....

—¡HAZ QUE SE CALLE!— Gritó llena de furia luego de darse media vuelta, su reacción tomó tan de imprevisto a su hermana que a esta apenas le dio tiempo de retroceder luego de que la viuda le lanzase un poderoso ataque de fuego producido por su vara de hechicera. El pequeño Litten se echó a llorar de inmediato. 

El sobrino de la Delphox cuya hija se quitó la life.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora