U•N•O

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Violetta

Le eché un vistazo despectivo al chico junto a mi.

Manuel... Manuel.

Me recosté sobre el hombro de mi mamá y cerré los ojos.

- ¿Cansada? - preguntó ella y acarició mi cabeza.
- Mmm... más o menos - el balanceo del carro me estaba adormeciendo.
- Ya casi llegamos a la casa nueva - indicó Andrea, la madre de Manuel - y ahí pueden descansar. Recuerden ayudar a sus padres mucho. Y ser-
- Ordenados - terminó Manuel por ella - nos lo han dicho un millón de veces.

Nos.

Un escalofrío me recorrió, haciéndome enojar conmigo misma.

Pasará...

Intenté repetirme mentalmente, varias veces.

- Estaré bien - dije a mi mamá sonriendo - Y supongo que Manuel también - añadí mirando a Andrea.
- Claro que estaré bien - dijo en protesta él.
- ¿Ustedes dos ya no son amigos? - preguntó mi mamá sorprendida.

Miré a Manuel con desagrado y me disponía a contestar que no y que lo odiaba, cuando él me apretó la mano.

- ¡Claro que sí, somos muy amigos! - respondió aumentando la presión en mi mano.

Mi respiración se aceleró por dos razones; la primera, porque me apretaba demasiado. La segunda, porque me recorrió el recuerdo de todo antes...

- Ajá, súper amigos - asentí sonriendo falsamente mientras me solté de su agarre apretando su mano con mis uñas.

Andrea Pellman y Amaranta Chase no eran tontas, y eran nuestras madres, y entrecerraron los ojos dudando. Se susurraron algunas cosas en los oídos y luego se quedaron mirándonos largo rato.

- En serio, mamá - dijo Manuel haciéndome rabiar aún más.

Pero volvió la presión a mi mano.

- Si, obviamente - añadí esa voz exagerada para hacerlo más convincente - ¿Por qué pelearíamos? - esto último lo dije lanzándole miradas asesinas al chico de cabello castaño.

Al final ellas se convencieron y sonrieron.

***

- Y... llegamos - aunque no fuera su casa, nuestras madres parecían muy emocionadas.

Bajamos con cuidado todas las maletas y caminamos hacia el portón.

Miré todo con curiosidad: el portón era verde, escaleras pequeñas de granito, y en la cima un aparato electrónico con números, pensé que para tocar el timbre.

Mi mamá llamó a mi papá brevemente y colgó.

- Ya viene tu padre, Manu - indicó, observándolo todo al igual que yo.

Manuel, por el contrario, estaba absorto en los carros que no dejaban de pasar, como si hubiera un lindo show allí. Recordé lo que me había hecho hacía un rato y me dirigí a él.

- Hola mejor amigo, ¿qué ves? - dije sarcástica.
- Deja de acosarme - gruñó él haciéndome explotar. Por eso, y por muchas cosas peleábamos.
- Yo no fui quien apretó tu mano, idiota.

Me miró por unos segundos, evaluándome en silencio. Tragué saliva... sus ojos eran tan...

- Sabes que nos conviene fingir que todo está bien - me dijo al fin, y volvió a la vista de la carretera.
- Bueno, ya que no has querido disculparte por los años de fastidiarme, discúlpate por apretarme así - me burlé de él.

Al principio no dijo nada, pero después me apretó por la cadera, haciéndome latir el corazón desesperadamente.

- No me da la gana - soltó y después me miró profundamente - Lo haré cuando aceptes que estás perdidamente enamorada de mi.
- ¡Oh, cállate! - me solté rápidamente - No deberías... cogerme... - ante la mención de esa palabra hizo una sonrisa torcida - así. Tienes novia, se llama Ava y es la chica más hermosa del salón - lo fastidié.

Y salieron nuestros padres, salvándome de... lo que fuera esto.

Lejos del romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora