Lejos del romance

T•R•E•I•N•T•A•Y•D•O•S

Manuel

Mi duda estaba resuelta: los labios de Violetta sabían a pomarrosa.

Me quedé inmóvil, incapaz de continuar el beso, el hermoso beso que Violetta me estaba dando.

Pero cuando lo procesé, la tomé por los hombros y le devolví el beso, no sé cómo fue, ¿quién tomaba nota de cómo era el beso? Cuando estabas besando a alguien no te ponías a pensar en si era apasionado, suave, dulce, o alguna cosa así, solo besabas, solo sentías que estabas en un universo en el cual todos tus problemas parecían sueños.

Por primera vez comprendí todas las absurdas películas de amor, comprendí los sentimientos, comprendí que el amor era algo ligero.

Si, algo ligero, pero algo muy pesado, no, olvídenlo el amor no tenía forma, tamaño ni color. El amor era eso, era solo amor. Cada persona decidía lo que era.

Consideré absurdos todos los encasillamientos de cual era el amor verdadero, de quien era la persona correcta, todo lo que la sociedad había dictaminado se fue a la basura, se esfumó.

Y no, no habíamos durado media hora besándonos, el beso duró apenas unos segundos. Todo eso lo pensé mirando el infinito verde de sus ojos, que me miraban con cariño, y sentí que ambos nos estábamos liberando de todo el peso que cargaba sobre nuestros hombros.

- Te quiero.

Su voz sonó débil, frágil, pero al mismo tiempo enérgica.

- No sé.

Su nariz se arrugó ante mi respuesta, provocándome risa.

- No sé qué decirte. Simplemente un te quiero no alcanza, un te amo es muy fuerte, y un te adoro es muy amistoso. Necesito una nueva forma de demostrarte lo que siento. Así que, pomarrosa.

Se había sonrojado con cada palabra que le decía, y con la última sonrió entendiendo lo que decía. Pomarrosa era una de nuestras cosas que compartíamos, y aunque compartíamos millones de cosas, esa era especial, ya que era la tarde en la cual habíamos dicho "Lejos del Romance".

Tal vez por eso me había sabido a pomarrosa.

Un sabor entre amargo y dulce, es imposible saber con exactitud cuáles están completamente dulces.

- ¿Lejos del romance? - sonrió y me acarició la mejilla.
- Cerca. Cerca y lejos.

Me reí, ella se rio, y todo se acabó.