D•O•S

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Manuel

- No deberías... cogerme así. Tienes novia.

Las palabras de Violetta me resonaban en la cabeza.

Pero ni siquiera yo mismo me entendía. Violetta siempre había estado para mí, había sido una hermana pequeña. Casi literalmente, considerando que nuestras madres eran muy amigas y nuestros padres también.

Mamá y Amaranta habían armado su propio negocio multimillonario, haciendo una casa de acogida para familias en apuros. Allí habíamos vivido Violetta, Amaranta, mamá y yo, con muchas visitas que tenían nuestras madres como filántropas. Ellas siempre habían esperado lo mejor de Violetta y de mí, y eso incluía ser amigos por siempre.

En mi colegio había muchos chicos y chicas, en mi curso Oliver (mi mejor amigo) Chelsea, Elisa, Mary, Gabriel, Victoria, y entre muchos más había entrado... Ava. La chica más hermosa; mi novia.

Pero en algún momento había sentido cosas por Violetta aunque en un principio las negara, dado que ella y Oliver eran enemigos de primera.

Pero esto último, también tenía explicación: en nuestro cuarto año de primaria, Oliver y Violetta habían sido novios. Acabando muy mal, convirtiéndose en dos que no podían ni verse.

Y ambos eran mis mejores amigos.

Antes, Violetta me conocía más que nadie. Sabía los mimos, tonterías y etcétera que me hacían mis padres, mis debilidades... con la llegada de Ava nos distanciamos, ciertamente, y más porque nuestros padres (qué vivían juntos desde hacía un tiempo) perdieron sus trabajos como profesores de la universidad, y ya no estábamos tan unidos.

En ese tiempo pasaron tres años, en los que V y yo nos desconocimos, y nuestras hormonas saltaron al aire haciéndonos adolescentes, y cambiando por completo quiénes éramos.

Todo cambió. El odio de Oliver hacia ella se me contagió a mí y a Ava, incluyendo a mi amiga, Chelsea. Ni siquiera sabía muy bien por qué, pero todo había terminado porque Ava sentía celos de que Violetta fuera tan cercana a mí. Chelsea averiguó que Violetta estaba enamorada de mí y la acusé de estar obsesionada conmigo para sacármela de encima.

Violetta no era alguien que se rindiera y odiaba admitir cosas, así que lo negó todo y así terminó quinto año.

Todo hubiera seguido igual de no ser que, si, nuestros padres recuperaron el trabajo y un apartamento.

Juntos... de nuevo.

***

En el cuarto de al lado sonó una alarma, despertándome. El reloj de gato en la pared me indicaba 5:00 am.

Recordé que Violetta tenía que tomarse una pastilla y supuse que ya se había dormido de nuevo.

Pero yo no volví a dormir. Por la ventana se veían colores del amanecer que venía, y decidí quedarme viendo pues ya no tenía ni un pelo de sueño.

Algo se me removió por dentro cuando escuché pasos en la madera. Pegué la oreja a la pared (bastante delgada) y escuché como Violetta se quejaba de su reflejo en el baño.

- Qué fatal me veo - susurró.

Volvió a la cama y oí que también se quedó despierta, pues la ventana se movía de vez en cuando y escuché como tomaba fotos.

Había pensado toda la noche. Algo me decía que debía acabar con esto y volver a ser su amigo. Algo totalmente loco, ya que la había molestado y le había hecho la vida imposible por tres o cuatro años seguidos...

Inquieto, le mandé un mensaje.

M: Estás despierta.
V: Qué te importa lo que haga.
M: Vamos. Creo que deberíamos hacer las paces.
V: Eso crees?
M: Sí.

Vi como se abrió la ventana y vi su mano sacándome el dedo. Luego sacó su cabeza y me helé ante su mirada de desprecio.

Entró y oí su teclado andar mientras a mi me aparecía "escribiendo".

Su respuesta me desilusionó bastante, debo admitir.

V: Jódete, Manuel.

Lejos del romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora