V•E•I•N•T•I•C•I•N•C•O

9 0 0
                                    

Violetta

Solo tenía ojos para sus ojos.

Okey, eso suena como una de las frases más tontas de Violetta Banagod Chase, o sea, yo. Pero solo decía cosas tontas si estaba nerviosa.

¿Nerviosita? Elena me apareció por la mente y hasta me pareció escuchar risitas ahogadas de Charlotte.

Sentía mi rostro caliente y ondas de frío me recorrían el cuerpo repetidamente.

Un frío cálido, si, otra cosa tonta pero, simplemente era un frío agradable. Además, sentía mi cintura calentita y los ojos castaños de Manuel me cobijaban de forma extraña.

De repente me relajé, y sin darme cuenta mis manos se quedaron quietas y se entrelazaron tras el cuello de mi amigo.

¿Amigo? Ahora Tamara tomó la delantera en mi cerebro y de algún modo la sentí mirándome sugerente y traviesa.

Sí, amigo.

Aparté la molesta voz sabihonda en mi interior y me concentré en el momento.

Me di cuenta de que estábamos tremendamente pegados, mi cara se puso aún más caliente y las ondas aumentaron su velocidad traviesamente. Me esforcé por mostrarme serena.

Es mi amigo, estamos bailando, es todo.

Ajá, el más romántico baile de la película que comparten.

Apreté mis manos y miré a Manuel profundamente.

Sus ojos castaño claro/oscuro, del color que en ese momento me pareció el más lindo después de los ojos miel de Tamara, su cabello estaba echado hacia un lado desordenado, pero de un modo encantador. Por alguna razón me apretó un poco en la cintura y las ondas se volvieron más locas.

Por fin oí la nota final de la canción, y sonreí intentando estar serena.

Me iba a separar, cuando Manuel me acercó de nuevo.

Un besito no hará mal. Sabes que te gusta...

Me separé de un tirón. Mi mente estaba yendo demasiado lejos.

- ¡Genial! - mi voz sonó demasiado alta y me esforcé por sonreír - ahora podemos ver otra cosa.

Él se quedó un momento parado y con confusión, pero luego reaccionó.

- ¿Qué vemos?
- No sé, tú dijiste "otra cosa" pues propón tu - sentí que en otro momento le habría dado un empujoncito en el pecho pero pensar en eso trajo pensamientos oscuros a mi mente - ¡Si, tú!

Esta vez soné aguda en exceso total, y Manuel me miró asustado.

- Puedes irte a dormir, es que... parece que ya tienes sueño. Aunque la idea sería que te quedaras aquí, en mi cuarto, pero...
- No quiero molestarte - sonreí anchamente - nos vemos mañana, Manu.

Recogí mis cosas rápidamente e intenté sonreír de nuevo, cuando iba saliendo escuché una voz.

- ¿V?

Me volteé con afán.

- Te quiero, descansa.

Se acercó a mi y me dio un beso en la mejilla.

Ahí no aguanté más y salí corriendo.

Lejos del romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora