V•E•I•N•T•I•C•U•A•T•R•O

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Manuel

A dos metros de ti...

No, no veíamos esa tonta y cursi película, pero estaba pensando en que así se sentía.

Violetta estaba demasiado lejos, en el sofá como a cinco metros, aferrada a una cobija roja, pero lejos era el punto. Eso se me hacía raro después de que, años antes, viéramos películas juntos e incluso muy cerca.

Años antes, me esforcé en mentalizarme. Supongo que ahora prefería mantener la distancia, pensando que Ava era celosa o algo.

Cuánto que había cambiado mi novia después de lo del beso con Violetta. Esos pensamientos... lo admito, me habían aterrado. En algún momento pensé que era un modo de hacerme sacar si le era infiel o algo, pero se veía muy relajada y normal. Pero no habíamos vuelto a hablar del tema, ya que después de lo de Chelsea le había pedido espacio.

¡Chelsea! Aún no entendía qué carajos había sido eso. ¿Un intento de beso? Pues parecía lo más probable, pero, ¡¿por qué?! No era ¿la mejor amiga de Ava? ¿Tanto le había afectado? ¿Y su "infinito" enamoramiento por Oliver?

- Manuel... - llamó de repente Violetta y salí de mis pensamientos. Su voz estaba cargada de duda.
- ¿Mmm?
- Yo... eh... bueno... quería saber... cómo estaba... ¿Chelsea?

Me helé en el mismo instante en que dijo ese nombre, y aunque no quería mostrarlo, mi pierna comenzó a temblar. Por suerte, mi amiga estaba concentrada en su pregunta y no lo notó.

- Emmm... bien. Bueno, eh, no sé. Digo hace mucho que ya no nos habla... a Ava. Y a mí - recalqué el nombre de mi novia en específico - ¿Por qué?

Ella se puso roja y se notó que estaba nerviosa.

- Por... este... - se dio un golpecito en la cabeza - ¡Se me olvidó! - su tono fue agudo y soltó una risita falsa.

Hubiera seguido indagando porque era obvia su mentira, pero me afectaría a mi así que lo dejé y fingí que me lo había creído.

- Bueno, eh - se rio de nuevo - pon la película de nuevo.

Miré la pantalla, había parado el video y no me había dado cuenta. Se perfilaba el nombre de la película que conocía perfectamente.

- Hagamos otra cosa, me aburro - me quejé.
- ¡Pero es El Libro de la Vida! La vemos siempre.
- ¡Exacto! Me la sé de memoria.

Me dio un puchero muy tierno y tuve que contenerme de coger sus cachetes y en lugar de eso le hice una mirada desafiante. Estuvimos en guerra de miradas un tiempo...

Las luces estaban apagadas por el asunto de la película, pero como estaba al lado de la ventana le caían trozos de luz en algunas partes de su cuerpo y su rostro, en específico... su cintura y sus labios.

Su cuerpo es lindo, ¿no?

Ante la metedura de pata de mi consciencia me escandalicé.

Linda cintura, lindas piernas...

¡No podía estar detallando su cuerpo!

Y esos labiecitos rosados e iluminados.

Definitivamente mis hormonas estaban actuando demasiado en mí. Me aterré, y terminé la guerra de miradas.

- No quiero verla.

Violetta intentó de nuevo el puchero y sus labios se agrandaron.

- ¡No quiero! - repetí en grito con los ojos muy abiertos intentando alejar los pensamientos de mi cabeza.
- Entonces, dame una prueba de que "te la sabes de memoria" - imitó mis palabras con burla en su voz.
- Ah, no.
- Ah, si - se empezó a mover por mi cuarto y tomó el control con agilidad.

Sus dedos, tan ágiles y perfectos.

¡Cállense, hormonas!

- Eso o la pongo de nuevo y tiro el control por la ventana - se puso al lado de esta última y me miró desafiante.
- No, no puedes.

Violetta alzó la ceja y abrió la ventana.

- Okey, si puedes.
- Claro que puedo. Ahora decídete.

Me rendí.

- Bien. ¿Qué quieres que haga? - murmuré hastiado.
- Actúa a Manolo, en cualquier parte.

Cintura, cintura.

Me di cuenta de que mi mente me iba a molestar toda la noche con mis pensamientos hormonales así que decidí calmarla un poco y de paso vengarme de Violetta.

- Bien.

Se volvió a sentar pero dejó la mano por fuera como advirtiéndome que podía cumplir su amenaza.

Sonreí. Cómo era, tan loca y arriesgada. Era seguro que lo podría tirar si yo no cumplía, por más que la regañara luego Amaranta, se iba a morir de risa.

Violetta...

Te gustaaaa.

Te odio de verdad, consciencia estúpida.

Puse en nuestra antigua cacetera (si, aún la teníamos) el cacette que indicaba "Soundtrack Libro de la Vida" con letra dificultosa y recién aprendida nuestra, y acto seguido me puse a bailar, algo nervioso, pero con seguridad para la broma que le haría a mi amiga.

Resulta que puse el momento más romántico, en el que Manolo y María bailaban tras su boda.

Intenso, bro.

Calla.

Ella me miró bailar satisfecha y maliciosa, pero su expresión de felicidad empezó a deformarse cuando reconoció la canción.

No me inmuté y, cuando llegó el momento, la tomé suavemente por la cintura con una rapidez impresionante, mi mano se amoldaba perfectamente a su figura.

Empecé a moverme y la impulsé a moverse ella también, y me di cuenta de que no sabía en donde poner sus manos nerviosas, yo estaba apretando un poco, lo suficiente como para que no pudiera apartarse y que tuviera que tomarme de los hombros.

Su cara se tornó en tonos inesperados de rojo y rosado, haciéndome reír.

Disfrutaba tanto con ella...

Lejos del romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora