C•A•T•O•R•C•E

8 1 0
                                    

Violetta

- Tamara... Tamara... Elena... - quería gritar pero me salían susurros ahogados.

¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué Manuel me había besado? Y, ¿yo sentía algo por Oliver?

Me choqué contra una superficie negra.

- ¡Violetta! ¿Te encuentras bien? - dijo Ava con voz amable limpiando su chaqueta.
- Si, si claro.
- Anda con cuidado - me advirtió y se fue con paso armonioso y perfecto.

Esa perfección... ella era Ava Spooner.

Yo era Violetta Banagod Chase. Mi primer apellido hasta parecía un banano.

El beso me volvió a la mente, pero no de una linda manera. Me sentía atravesada, incómoda conmigo misma.

Finalmente llegué al salón, de donde salía Elisa para la clase de Química.

- ¿Qué te pasó? - exclamó en voz alta y fuerte. Su voz.
- ¿Por?
- Wow. Bueno, tienes los ojos rojos, te estás auto-abrazando y ahora que hablas tienes la voz rota. ¿Estás bien? - su voz se suavizó y me acarició el hombro.
- Más o menos. Pero si no te molesta te lo contaré luego.
- Claro. Solo dime si estás mal.

Me sonrió intentando animarme y me dio un golpe en la espalda al irse.

- Muy Elisa de tu parte - ella me había hecho sonreír, como siempre.

***

Estaba dudando en la puerta de la enfermería sobre si debía entrar o no.

Manuel pasó por ahí y me vio, intenté entrar al baño ocultándome pero él me vio.

- Ava ya sabe todo, lo siento - dijo rápido incómodo - Pero entra. Él... te está esperando.

Parecía algo triste.

- Gracias.

Suspiré y esperé hasta que Manuel se fue. Abrí la puerta fácilmente, porque además estaba rota.

- Hola.
- Hola.

Me senté en el silloncito rojo. Entonces él me tomó la mano.

Un escalofrío me recorrió.

- Me mentiste. Podrías haberme explicado - lo dije con la mayor delicadeza que pude.
- Lo sé. Solo... me sentía muy débil y no quería que me vieras así.

Me acerqué a él lentamente y acaricié su cabello.

- Qué tonto eres, para eso se supone que tenemos amigos, o en el caso, pareja. Pero tal vez debíamos separarnos.
- No te pases, yo no soy tonto - me reí ante su comentario - y tal vez, si.

Él me apretó la mano.

- Lo siento.

Y entonces se acercó más, pero me dio tiempo para decidir si quería escapar.

Como no me moví, el beso llegó.

Lejos del romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora