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ANDREA

Kevin tenía razón, me hizo bien irme por unos días de la ciudad. Al menos por esos días mantuve mi mente despejada.
El partido no estuvo mal, en un momento del encuentro me pecarté de Sebastián. Solo lo ví en lo que duró el juego, después no nos encontramos como se nos había hecho costumbre, es más, ni siquiera recibí un mensaje o algo por el estilo pero no voy a negar que me dió mucho verlo.

Me encontraba en el supermercado para comprar algunas cosas que nos hicieran falta. Recorría los pasillos tomando las cosas que debía comprar en el carrito, iba dar la vuelta para cambiar a otro pasillo cuando por accidente golpeó con el carrito un producto que estaba en la esquina y lo tiró. Estaba decidida a recogerlo cuando unas manos se adelantaron:

— Tienes suerte que no fue nada de vidrio, te lo estarían cobrando ahora mismo — me dijo aquella voz conocida, con el producto en sus manos y una sonrisa en su rostro.

Sonreí negando con la cabeza — Podría echarte la culpa como estoy acostumbrada hacerlo — Sebastián rió.

Dejó el producto en su lugar y retomamos nuestro camino, mejor dicho, Sebastián regresó al pasillo de dónde venía con tal de seguirme.

— Me da gusto verte, hace tiempo que no se nada de ti — me confesó.

— He estado ocupada — respondí mirando los productos — A mi también me alegra verte — dije mirándolo de reojo.

— Que bueno saberlo, creí que tú novio ya te había prohibido hablar conmigo —

Giré a verlo molesta — ¿Vas a empezar? Porque si es así me iré ahora mismo —

— Ya, tranquila, lo siento —

Caminamos por el pasillo hasta dirigirnos a las cajas, ya no me hacía falta comprar nada más según yo llevaba todo lo necesario. Sebastián se formó en la misma fila atrás mío, después de que cobré le sonreí a modo de despedida y salí de la tienda con las bolsas.

Saqué mi celular de mi bolsillo trasero y entré a la aplicación para pedir un taxi. Estaba buscando un conductor cuando escuchó atrás de mi, muy cerca de mi oreja, haciéndome pegar un pequeño brinco del susto:

— ¿Quieres que te lleve? —

— ¡Ay, Sebastián! — exclamé. Me miró riéndose — No, gracias, ya estoy buscando un coche — y en ese momento como si todo estuviera en tu contra, el conductor me canceló. Me quejé internamente.

— ¿Segura? Porque estás perdiendo más tiempo esperando a que te confirmen tu viaje a que si te vas conmigo —

Odiaba que tuviera razón pero más odiaba aceptar que la tenía, así que no me quedaba otro remedio más que irme con Sebastián.

— ¿Siempre eres así de insistente? — le pregunté.

— Algo, sobre todo cuando sé que alguien necesita mi ayuda — contestó orgulloso de sí — ¿Entonces...? —

Suspiré — Si, Sebastián, puedes llevarme —

Sonrió victorioso y caminamos hacia su coche. Abrió su cajuela para guardar las cosas de ambos, después se dirigió a la puerta del copiloto para abrirla y dejarme subir. Después de que él subió a su asiento, arrancó el auto y salió del estacionamiento. Fue un completo lío convencerlo de que mínimo me dejará pagar el estacionamiento pero finalmente lo conseguí.

𝘿𝙚𝙨𝙘𝙤𝙣𝙤𝙘𝙞𝙙𝙤𝙨/ 𝐒𝐞𝐛𝐚𝐬𝐭𝐢𝐚́𝐧 𝐂𝐨́𝐫𝐝𝐨𝐯𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora