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SEBASTIÁN

Se quedó conmigo toda la noche, justo como lo había prometido y su compañía era bien recibida de mi parte. Supongo que los dos necesitábamos estar cerca del otro, como una especie de paz dentro de nosotros. Para mí significaba bastante que estuviera aquí, a pesar de haber terminado su relación y aunque era necesario hacerlo, se que le duele porque llevaban un buen tiempo juntos.
Aún así está conmigo y lo aprecio mucho.

Estaba enviando un mensaje a Ivanna que me había preguntado si tenía alguna noticia sobre Fer. Le contesté con franqueza, no habíamos recibido algún informe sobre mi hermana y eso me inquietaba.
Andrea salió del baño y se sentó junto a mi, comenzó a revisar su celular. A los pocos segundos me volteó a ver:

— Kevin me pregunta sobre Fer — me lo dijo en un tono como si temiera de mi respuesta — También quiere venir a verla pero dice que no quiere hacerlo sin tu permiso —

Que considerado.

Primero manda a mi hermana a un hospital y ahora quiere mi permiso para venir a verla, cuando anteriormente ya se habían visto a escondidas.

— Si quiere venir — respondí indiferente.

Escuché el sonido de las teclas mientras escribía. Me acerque a la recepción para preguntar sobre mi hermana pero cada vez que iba me decían lo mismo “que debía de ser más paciente”.

Volví a caminar de un lado a otro, había pasado toda la noche sentados. Si, eran sillones pero no dejaban de ser incómodos hasta cierto punto.
Andrea se acercó a mí con la chamarra que anoche había usado como cobija, extendiéndomela.

— Ven, vamos a desayunar — propuso.

No estaba tan convencido, así que trate de no rechazarla groseramente — Gracias Andy, pero no quisiera irme. Tú puedes ir sin problemas —

— Sebastián tienes que comer, anoche ni siquiera te tomaste el té que te dio tu amiga. Necesitas estar fuerte para Fernanda y cómo le vas a hacer si no has comido —

Adoraba la forma en la que se estaba preocupando por mi. De cierta forma tenía razón, mi hermana me necesitaba fuerte.

— Te lo agradezco Andy pero solo iré por un café — contesté.

— Sebastián Córdova, iremos a desayunar así tenga que llevarte arrastrando — repitió completamente decidida. Una corriente recorrió todo mi cuerpo al escucharla decir mi nombre y apellido.

— De acuerdo, vayamos — me miró victoriosa.

Salimos del lugar, había un restaurante cruzando la calle. Una vez que nos dieron una mesa, nos tomaron la orden.
Esperamos a que nos trajeron nuestros alimentos, mientras tanto tomábamos el café que nos habían ofrecido.

— ¿Cuatro cucharadas de azúcar? — pregunté al verla agregar otra ración de azúcar.

— ¿Qué tiene de malo? No me gusta el café tan cargado — respondió — ¿Tres botecitos de leche? — cuestionó al ver qué vertía otro en mi café.

— No me gusta el café negro —

Ambos le dimos un sorbo a nuestra bebida, dentro de poco trajeron lo que cada uno había ordenado. Cada vez que metía un bocado, mi estómago parecía agradecerlo. No había comido nada desde la tarde de ayer y este desayuno me sabía a gloria.

Después de desayunar, nos regresamos al hospital. Tuvimos que esperar a que el semáforo peatonal estuviera en verde para cruzar la calle.

— Tenías razón, me hacía falta comer — expresé.

𝘿𝙚𝙨𝙘𝙤𝙣𝙤𝙘𝙞𝙙𝙤𝙨/ 𝐒𝐞𝐛𝐚𝐬𝐭𝐢𝐚́𝐧 𝐂𝐨́𝐫𝐝𝐨𝐯𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora