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El viaje desde su pueblo a la gran ciudad de Seúl había sido agotador para Jimin.

Así como haber tomado la decisión de mudarse y dejar toda su vida atrás. No es como si tuviera tanto para abandonar, lo que más extrañaría sin dudas serían las noches de charlas interminables con su mamá.

Jimin no tenía muchos amigos en su antigua Universidad, ni tampoco fuera de ella. Gente conocida con quién pasar un buen rato despues de un largo dia de estudios, si, pero ninguno tan cercano como para llamarlo amigo.

Su único y mejor amigo de toda la vida era y es Taehyung. Habían crecido juntos los primeros siete años de sus vidas, siendo vecinos pasaban casi las 24 horas pegados como siameses. Cuando los padres de Jimin decidieron separarse, a él no le dieron opción y tuvo que mudarse con su mamá a Busan.

A partir de allí solo pudieron verse en vacaciones o durante las fiestas de fin de año, ya que Tae solía ir a pasar con él esas ocasiones. Gracias a la tecnología y el esfuerzo que ellos dos ponían en mantener su amistad intacta, nunca cortaron su relación, y seguían siendo tan cercanos como en su infancia.

Tae vivía diciéndole que tenía que volver a Seúl, que podría continuar sus estudios allí y que al fin podrían compartir el día a día juntos. Después de años de intentar convencerlo, Jimin accedió.

A decir verdad, la vida en su pueblo era demasiado aburrida y quería disfrutar sus 23 años con plenitud.

Así que aquí se encontraba, en un taxi rumbo a la casa de su mejor amigo. Volver a ver su antigua casa también le causaba ilusión.

Luego de que sus padres decidieran vender la propiedad aparentemente una nueva familia se mudo allí. Eran tres, una mamá, un papá y un niño con dientes de conejo. Esa fue la descripción que el pequeño Taehyung de siete años le había dado.

Todavía ríe al recordar lo indignado que estaba su amigo por tener nuevos vecinos y que su madre lo obligara socializar con el pequeño de cabellos negros.

Recibió decenas de mensajes de Tae preguntándole si había viajado bien, si ya estaba en camino, si había comido y miles de preguntas más.  Sin dudas iba a ser más que bienvenido en la casa Kim.

Al llegar bajó del taxi con sus maletas y se tomó un tiempo para admirar el barrio. El cielo ya estaba teñido de naranjas y violetas, anunciando la llegada de la noche con prontitud.

Las casas seguían medianamente igual, salvo por algunas que habían cambiado el color de sus paredes.

La casa de los Kim seguía viéndose igual de acojedora y peculiar. La que supo ser su casa de la infancia seguía allí, intacta, y diría que se mantenía igual sino fuera por la cantidad de flores y adornos distribuidos por todo el jardín delantero.

Su mamá nunca había tenido mano para la jardinería, obviamente la nueva familia que ocupaba su lugar ponían mucho esfuerzo y tiempo en aquella parte de la propiedad.

Mientras recorría el espacio entre la calle y la entrada no pudo evitar seguir observando hacia su antiguo hogar.

Mentiría al decir que extrañaba tener su familia unida, la realidad es que no tenía muchos recuerdos felices con sus padres juntos, pero si tenía demasiados con Tae en aquel lugar. Los dos jugando en el patio, corriendo de aquí para allá, rodando por el pasto mientras hacían luchas.

Sonrió recordando todo aquello.

En su último vistazo antes de por fin tocar la puerta en la casa, divisó a un chico sentado en el césped, con las piernas dobladas y el trasero sobre las plantas de sus pies. Se veía muy tierno en esa posición, parecía estar trabajando arduamente en unas macetas. Jimin no entendía nada del tema pero supuso que estaba plantando alguna nueva flor para su jardín.

Fix you ✨Completa✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora