capitulo 5

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Brandon caminaba por la fábrica al lado de Blake Pears y el señor Philip Pears escuchando las especificaciones del menor y los comentarios esporádicos del mayor. El algodón que provenia de sus tierras en Carolina del Norte iba a ser convertido en tela en su fábrica de Londres y luego exportado a toda Europa. Al no tener que comprar el algodón en los países orientales se ahorraban un porcentaje bastante alto en la inversión de materia prima, además él algodón Americano era de mejor calidad y los impuestos mucho más económicos. Él tenía buena parte de su capital invertido en ese lugar y aún así era apenas una tercera parte de lo que costaba levantar una fábrica como esa, esperaba tener el éxito proyectado y salir de las deudas familiares lo más pronto posible, aunque si sus cálculos estaban correctos y conociendo el mercado necesitaría al menos cinco años, eso si lograba cortar ciertos gastos mayormente de su madre y sus hermanas menores, Elizabeth y la pequeña Aurora de escasos 10 años pero con gastos astronómicos. Estas últimas no tenían idea de lo precaria de su situación, ninguna de sus hermanas contaba con una dote para ese momento pero ellas no estaban al tanto y creían ciegamente que su partida a América se debía a un capricho y no a la necesidad, al igual que el resto de la sociedad.

-Debería almorzar con nosotros, nuestro personal de cocina es altamente calificado- dijo el señor Pears sobando su abdomen algo abultado una vez concluido el recorrido.

-No quisiera ser molestia- se excusó sabiendo que el empresario quería emparejarlo con una de sus hijas. En América las oportunidades de convivencia no faltaron pero siempre intento mantener la distancia con las damas solteras.

El tema aún no había surgido pero era cuestión de tiempo para que el señor Philip Pears comenzará a presionarlo con ese asunto. Una única vez le insinuó que sus dos hijas estaban solteras y que si consideraba alguna de ellas para matrimonio todos sus problemas económicos desaparecerían. No iba ser hipócrita como para no decir que eso lo tentó al inicio, pero no quería venderse de esa manera. La suma de sus deudas era tal que nisiquiera el dote más generoso podía cubrirlas, y aunque sabía que para el señor Pears no tendria problemas para agenciarse con esa cantidad y más. Estaría en deuda con él eternamente y si bien el empresario era un hombre bondadoso, su honor no le permitía abusar de su amabilidad de esa manera.

Tampoco quería someter a alguna de las damas a un matrimonio por conveniencia cuando sus padres se profesaban cariño sincero constantemente frente a su familia, él no podía ofrecerles eso.

-Podemos jugar una partida de ajedrez después- ofreció Blake secundado a su padre como la mayoría del tiempo.

El señor Philip no mentía cuando decía que su personal era bastante habilidoso en la cocina. El pato asado y la guarnición estaban suculentos, el puré de papas suave y bastante cremoso, los panecillos con mantequilla casi se derretían en la boca. Era quizá la mejor comida que había probado en algún tiempo. Estaba tan concentrado en su plato que no se percato de las miradas de la Señorita Johana Pears, hasta que levantó la vista de su plato para recibir las tartaletas de frutos rojos que traían como postre.

-Veo que el clima londinense le sienta muy bien milord- dijo la señorita Johana con sus ojos aguamarina viéndolo expectante.

El almuerzo era en el jardín pues los americanos insistían en aprovechar los días de sol como ese. Las tres damas iban vestidas de diferentes tonalidades de rosa y aunque no podía negar que las Pears eran bastante bonitas y agradables no le despertaban el mínimo interés. No tenía cosas en común con ninguna de las dos, había intentado cuando visitaba las plantaciones de algodón tener una conversación con la señorita Johana pero nunca podían pasar de interacciones demasiado básicas y aunque habia conocido un poco mas a fondo a la dama detrás de la actitud aveces caprichosa, no podia decir que algo en ella le despertara especial interes. La Señorita Rose además de tener solo 17 años para ese entonces era bastante tímida y siempre estaba en su propio mundo. En conclusión no tenia interes en ninguna de ellas como mujer. Quizá si otra dama no hubiese rondado en su cabeza constantemente hubiera tenido éxito en su empresa con Johana Pears, pero contra eso poco podía hacer.

Silenciosa Promersa (club anti-libertinos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora