capitulo 15

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Brandon no podía creer que todo lo que estaba pasando fuese real. Jamás en su vida se había sentido tan feliz como en ese momento por lo que cuando cruzó el lumbral de su casa familiar, todo le parecía Esplendido. Tenía que hablar con su familia para informales los últimos acontecimientos y decidió que era momento de ser honesto con su madre y hermana que sentía estaban viviendo una fantasía que no podía mantener y que por mucho tiempo había suponido un peso más a sus cargas.

Después de regresar de Hyde Park los abogados le habían dado más malas noticias con respecto a la situación de los Pears y la fábrica, la corona seguía sin ser flexible y la única manera de salvar aquello era con un matrimonio con una familia inglesa. Sus abogados había sugerido que una unión con una las Pears podría surtir el efecto pero se negaba a hacer ese sacrificio. El no podría ser el único Lord que estuviera dispuesto a desposar a una americana o americano adinerado. Con esa resolución, llevo el anillo dispuesto a dárselo a Monett y aunque la duda de su situación inestable lo había hecho dudar esa mañana, su momento en Hyde Park reafirmo sus sentimientos y por eso buscaría ayuda en su familia y todo Londres si era necesario.

–Lamento interrumpir tu sesión de pintura– dijo al ver a Lizzy concentrada en la salita que siempre usaba para pintar. Su hermana tenia un talento para la pintura casi innato desde su tierna infancia siempre recordaba a Lizzy con un pincel en la mano o un libro de dibujos.

–Me gusta pintar en compañía.

–Necesito hablar sobre algo delicado toma asiento, porfavor.

Ella obdecio a regañadientas dejando el pincel de lado y ubicandoese frente a él.  Tomo un suspiro hondo y comenzó a relatar la razón por la que fue a América, sus problemas actuales y las deudas que acarreaba el ducado. Su padre y él habían hecho muchos esfuerzos para manterlas fuera de esto y aunque habia funcionado por los momentos la única razón por la que sus vestidos habían sido entregados de la modista fue por La señora Pears y su agradecimiento a la duquesa por ser la madrina social de sus hijas, de lo contrario no había forma de permitirse esos lujos y mantener la cada sin despedir a la mitad del personal.

–Ahora debo decidir entre buscar el amor junto a Monett o tomar un matrimonio para calmar a la corona–  terminó de explicar, sabiendo que la segunda no era una opción.

–¡Esto no puede ser posible! ¿No tengo una dote? ¿Desde cuando?– Ella pareció comenzar a ver la profundidad del asunto– ¿Él sabía...?– preguntó refiriendose a su ex prometido.

–No, al momento de enterarse huyo como cobarde– nunca había sido completamente honesto con su hermana y aunque pocas cosas podía hacer para calmar el dolor que seguramente estaba sintiendo, al menos sabía la realidad si las cosas tomaban un giro para peor y no caería todo como balde de agua fría.

Después de un silencio que le pareció eterno, Elizabeth suspiró resignada. Ellos no tenían la relación más cercana pero la amaba profundamente y no quería verla sufrir.

–Estoy segura que todo saldría bien, necesito encontrar un esposo y tu encontrar una solución con la corona.

Se sentó junto a Elizabeth poniendo su rostro entre sus manos perdido sin saber cual sería su próximo movimiento. Estaba seguro que no perdería a Monett por ningún motivo pero temia que las cosas no fueran tan fáciles y las ideas realmente se le estaban acabando. El algodón llegaría en cualquier momento y aunque Blake Pears se había agenciado de un lugar temporal para almacenaje en otra de las fábricas también paralizadas sabía que aquello les daba como mucho una semana pues ese era el plazo otorgado. Las protestas no hacían más que volverse más violentas y por mucho que había intentado razonar con quienes consideraba estar al mando no había logrado nada pues aunque ellos estaban dispuestos a cumplir las exigencias y más el mensaje no parecía llegar a las masas y los obreros seguían indignados por alguna razón ellos eran el blanco.

–¿De verdad la amas?– le preguntó su hermana sacándolo de sus pensamientos.

–Más que a nada, si padre no hubiera estado a punto de ir a la cárcel jamás me hubiera marchado, pensé que era lo mejor, dejarla en libertad, no atarla a una familia en desgracia.

–No era tu decisión Brandon ¿Sabes lo mucho que la lastimó tu partida?– preguntó sin miramientos –Fui yo quien la vi llorar día y noche por tu causa, si de verdad la amas no des un paso en falso no causes más daño a alguien inocente, pasé lo que pasé, ella merece la verdad.

–Gracias por estar ahí para ella. Debes saber que lo único que fue más fuerte que mi amor por ella, fue el amor por mi familia, pero esta vez no estoy dispuesto a cometer el mismo error.

Brandon se marchó de casa de sus padres sintiéndose optimista o más bien convenciendose sí mismo de serlo. Ya había pasado todo el día pensando en la fábrica y todo lo relacionado con los Pears, era momento de reaccionar y si no quería que la situación lo aorillara a tomar una mala decisión, hizo lo que estaba pensando desde esa mañana.

Sin pensarlo dos veces se presentó en la entrada de la casa de los Harvey con el corazón latiendo tan rápido que podía sentirlo casi salir de su pecho. No había nada que detuviera esa locura, ya no quería razonar, ni hacer lo correcto y si todo terminaba en desgracia al menos tenia la certeza que lo había intentado con todas sus fuerzas. Espero ser recibido por la dama lo que pareció una eternidad y cuando al fin la vio cruzar el lumbral junto al Conde sintió que estaba haciendo lo correcto.

Sin pensarlo dos veces plantó la rodilla al suelo y saco de su chaleco el anillo que tanto le pesaba rogando que ella se apiadara y dijera que si. Ese anillo era el correspondiente a la Condesa de Burford, una reliquia familiar que llevaba en su familia al menos 4 generaciones. Su padre se lo había entregado cuando cumplió sus 28 años. Muchas veces pensó en venderlo o empeñarlo pero estaba convencido que algo como eso tenia mucho más valor sentimental que material.

Con el aire contenido esperó la reacción de la dama que parecía demasiado asombrada para decir palabra. Lentamente el entendimiento pareció llegar a ella y sus ojos que lo miraban con ansias comenzaron a llenarse de lágrimas que solo podían ser de alegría al ver su enorme sonrisa. Sin esperar mucho más ella se lanzó a sus brazos con premura y él sintiéndose en hombre más afortunado la recibió como lo que era: lo mejor que jamás le hubiera sucedido.

–No puedo prometerle riquezas, ni la certeza que saldré de esta mala racha, pero le prometo amarla, cuidarla, hacer de mi misión de vida verla feliz ¿te casarias conmigo monett?– preguntó sin deshacer el abrazo que los mantenía aferrados el uno al otro.

–Solo si usted promete nunca más marcharse– respondió ella con una de sus usuales puyas que a la que solo pudo sonreír.

–Si he de marcharme, lo haremos juntos.

–Entonces milord, considérese comprometido.

Ella sonrió ampliamente y con la mayor delicadeza posible apartó los rastros de lágrimas antes de deslizar el anillo que era demasiado grande para ella pero que se aseguraría de arreglar cuanto antes.

–Ahora creo que es momento que ambos hablemos en privado milord– interrumpió el Conde sacándolos de la burbuja.

Silenciosa Promersa (club anti-libertinos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora