capitulo 8

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La noche estaba servida con especial elegancia en casa de los duques de Beaufort. Los grandes ventanales habían sido cubiertos con telas coloridas impidiendo la vista hacia el exterior, dándole al gran salón donde se concentraba la actividad un aire festivo y alegre. El tema de la mascarada era festival por lo que mascaras coloridas, listones y chucherias recorrían el salon de punta a punta, contrastando con la habitual elegancia. Como ya era tradicion en esos eventos el cuarteto de amigas permanecian sentadas en una esquinas, esta vez cada cual con un antifaz de diferente color, Alessia llevaba uno rojo, Georgiana llevaba uno amarillo, Elizabeth llevaba uno azul y Monett uno morado. La noche pintaba para ser memorable pero ellas tan abosortas en su conversación no percibían la algarabía en el ambiente ya bastante atestado de persona.

Monett no oculó cuanta gracia le causó el incidente de esa tarde que pasó de resultarle bastante insufrible a cerrar con broche de oro, uniéndose a las risas de sus amigas. Si bien antes de ese día sus sentimientos hacia la señorita Johana eran infundados, sus comentarios en la reunión eran todo menos inocentes dandole motivos para alimentar su animosidad que más bien era un tema de orgullo. Por lo que el episodio con el ganzo se sentía como una victoria personal aunque no podía quitarle méritos al animalito.

–¿Qué hiciste Alessia?– preguntó divertida Elizabeth de especial buen humor esa noche, quizá todas lo estaban.

–Yo nada lo prometo, la muy insensata golpeó al ganzo mientras lanzaba la moneda y este molesto comenzó a seguirla– por mucho que la italiana había repetido la historia varias veces aún no terminaba de convencerlas, de alguna forma había interferido estaba casi segura.

–Yo te creo Lesi– dijo Giana usando el apodo cariñoso que Alessia odiaba, pero estaba de tan buen humor que lo dejo pasar.

–¡Esto merece un brindis!– exclamó ella cuando un lacayo pasó a su lado con copas de vino rebajadas con agua que las cuatro tomaron de buena gana.

–¡Por el club!– repitieron al unísono antes de tomar de sus respectivas copas.

–Y por los ganzos salvajes– agregó Alessia provocando otro ataque de risa colectiva.

Las risas fueron interrumpidas con la presencia de Lord Carrick que enseguida hizo una reverencia hacia el grupo, siendo más inoportuno de lo que el pobre hubiera imaginado. Después del paseo por Hyde Park no había tenido más noticias del Conde lo que la llevo a asumir que se había desencantado de ella, pero tenerlo ahí parado le hacía reconsiderar esto último.

–¿Me concede la próxima pieza?– preguntó con una sonrisa afable detrás de sus finos labios, extendiendo su mano con cortesía.

Al ser una fiesta de máscaras presindirian de los tradicionales carnet de baile, tampoco podían pedir a los padres o tutores de las jóvenes solteras que les concedieran un baile con sus pupilas. Debían acercarse a las damas y estas si no contaban con una pareja tenían la opción de aceptar el baile o no. Además nadie podría apartar ninguna pieza y tampoco había una sala dispuesta para que los caballeros charlaran mientras bebieran champange o vino. Las fichas estaban lanzadas y la Duquesa de Beaufort y la marquesa de Granby demostraban que podian ser astutas casamenteras una vez más teniendo a toda la alta sociedad jugando con sus reglas.

Tres caballeros más se acercaron a donde ellas se encontraban para pedir a sus amigas bailar la siguiente pieza pero las mascaras y estar alejandose entre la multitud del brazo de Lord Carrick le impidió deducir la identidad de los mismo. Sin embargo pudo ver como Elizabeth y Georgiana aceptaban la petición, mientras Alessia permanecia sentada.

Casi se sentía nerviosa pues desde el inicio de la temporada no había bailado con nadie más que no fuera su hermano o su padre. Ningún caballero se acercaba a ella a pedir un baile desde que su nombre y el de Lord Burford estaban en boca de todos, esa sentencia colgaba sobre su cabeza, pero no se había percatado de su verdadero peso hasta que aún bajo la máscara las miradas se dirigieron a ella cuando se posicionaba para bailar un vals con Lord Carrick. El culpable de sus malos ratos tenía nombre y apellido, y aunque no era justo que ella cargará con él peso de la culpa poco podía hacer en su situación.

Silenciosa Promersa (club anti-libertinos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora