Brandon sentía que ese día no podía ser más Esplendido, esperaba que su compromiso fuera anunciado en el periódico esa mañana, para que todo Londres supiera el error que habían cometido juzgando a Monett. Ella sería ahora su esposa, su Condesa y aunque eso no reparaba por completo el daño causado por su partida, esperaba que al menos calmara las malas lenguas. A él esas cosas dejaron de importarle hacía mucho pero aún se regocijaba con el hecho de saber que la sociedad se había equivocado con ellos y ahora las burlas a su futura esposa serian cosa del pasado.
El conde de Bristol y Adrian Harvey habían tenido una conversación con el después de hacer el compromiso oficial. Ellos estaban dispuestos a apoyar a su familia aumentando la dote de Monett considerablemente y siendo honestos no pudo sino agradecer a su futuro suegro y cuñado por el voto de confianza y ser tan generosos con él a pesar de su comportamiento deplorable. Ambos le dejaron claro que el gesto nada tenía que ver con el sino con Monett, pero él lo agradecía como fuera. Adrian también se ofreció a ayudarlo con el tema de las protestas dándole información de primera mano sobre el próximo lugar de reunión de los obreros.
Ahora se encontraba vestido como un obrero más esperado en el East End abriendo sus ojos a una nueva realidad que era incluso más dura de lo que imaginaba. Comprendía a los obreros y decir que se cuestionó cada cosa que creía era un eufemismo. Poco sabía de la vida por esos lares, pero comprendía que era de todo menos fácil o agradable. Lo que más lo conmociono fue ver los ancianos mayores y niños en las calles descalzos, sucios, algunos sin camisa y otros con las ropas tan mullidas que era difícil distinguir su verdadero color. Dio un suspiro que le llego hasta el alma intentando concentrarse en lo que lo había llevado hasta ahí. Caminó intentando mantener bajo perfil y no cruzar palabra con nadie como Adrian le había indicado, pues no quería que su forma de hablar lo delatara como alguien de alta sociedad, únicamente manteniendo contacto con su lacayo que parecía igual de incomodo que él.
Esperó lo que le pareció una eternidad en la taberna que Adrian le había indicado, esperando que algo fuera de lugar sucediera y cuando estaba por marcharse convencido, los vio. Un grupo de hombres caminando hasta la parte de atrás que era más bien un callejón de mal aspecto que por el olor podía suponer que era utilizado como urinal. Se apresuro a seguirlos para escuchar de que se trataba aquello reuniendo el valor necesario y esperando no ser descubierto.
–Milord, puedo ir yo solo – dijo el lacayo entendiendo sus próximos movimientos, pero se limitó a negar con determinación, tenía una nueva razón de ser y no se dejaría amedrentar tan fácil, necesitaba llegar hasta los obreros y de alguna forma mejorar la calidad de vida de esas personas, aunque fuera una a la vez.
Entró al callejón encontrando un total de casi 20 hombres reunidos escuchando al joven delgaducho y evidentemente mal nutrido dar un discurso con tal vehemencia y pasión que le era imposible no ser conmovido.
–Ha pasado un mes desde que él pequeño James partió dejándonos a todos un vacío en el corazón. Él era un niño y esos bastardos no se detuvieron ni un solo segundo, apenas permitieron que sacaran el cuerpo del pequeño que dedico sus escasos años de vida a trabajar para esos malnacidos– escuchó a uno de los hombres comenzar y su corazón se estrujo ¿Cuándo había sucedido aquello? ¿Pasó en la fábrica?
–¿Dónde sucedió esto? – alzo la voz reconociendo al instante eso como un error y dándose por descubierto.
El hombre que hablaba con ímpetu se detuvo con una media sonrisa haciendo los demás voltearan a verlo con desagrado.
–En una fábrica de textiles parecida a la que usted intenta iniciar milord ¿Cree que unas ropas viejas logran ocultarle? ¿Acaso ha venido a perder la vida?
El lacayo que lo acompañaba se colocó en posición de defensa, pero le hizo una señal para que se mantuviera tranquilo. Lo que menos necesitaba en ese momento era empeorar las cosas. Ya tenía suficiente con haberse delatado de manera tan infantil e impulsiva, pero las emociones de ese día le habían movido algo en lo profundo que no podía describir y quería, no, necesitaba dejarles saber sus intenciones. Además, ese día había llegado un ultimátum para los él y los Pears de parte del representante de la corona, exigiendo que se le diera fin a ese asunto y encontrar un matrimonio para los hijos Pears o serían considerados no gratos en el Reino.
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Silenciosa Promersa (club anti-libertinos)
Historical FictionMonett no es la típica beldad inglesa que se pasea por los salones esperando que un perfecto caballero quede prendado de su belleza y pida su mano en matrimonio. Para empezar la castaña es mitad francesa, para continuar está tan resentida con el amo...